Siria vuelve a estar en crisis humanitaria. El coronavirus ha impactado con fuerza en un país que lleva diez años en guerra. Está fragmentado, su economía devastada, y las infraestructuras en ruinas.

Coste humano

Más de 387.000 personas han muerto desde el inicio de la guerra en 2011, desencadenada por la sangrienta represión de las manifestaciones prodemocráticas, según datos del Observatorio Sirio para los Derechos Humanos (OSDH).

Hay 5,6 millones de refugiados en el extranjero, principalmente en los países vecinos (Turquía, Líbano y Jordania), según la agencia de la ONU para los refugiados. Más de un millón de ellos son niños sirios nacidos en el exilio.

El número de desplazados internos asciende hasta los 6,7 millones, según la ONU, muchos de los cuales viven en campos.

Cerca de 100.000 presos muertos por tortura en las cárceles del régimen, según el OSDH. Unas 100.000 personas siguen encarceladas y unas 200.000 están desaparecidas.

Ocho años y seis meses han transcurrido desde la desaparición del periodista estadounidense Austin Tice, el 14 de agosto de 2012.

Ocho años y tres meses han transcurrido desde la desaparición del periodista británico John Cantlie, secuestrado por el grupo Estado Islámico el 22 de noviembre de 2012.

En tota, 38 ataques con armas químicas, según la ONU, 32 de los cuales se atribuyen al régimen. Uno de estos ataques provocó unos 1.400 muertos en 2013.

Un país fragmentado

Algo más de 20 millones de personas viven actualmente en Siria, según una estimación de la Oficina de Coordinación de Asuntos Humanitarios de la ONU (OCHA).

Unos 13,4 millones de personas viven en los territorios bajo control del régimen, según la OCHA. Tras varias reconquistas, el régimen controla casi dos tercios del territorio.

Unos 2,9 millones de personas viven en la región de Idlib, el último gran bastión de los yihadistas y los rebeldes en el noroeste. Hay 1,3 millones de desplazados en más de mil campos informales.

Unos 2,6 millones de personas viven en los territorios kurdos del noreste y el este. Unos 1,3 millones se encuentran en bolsas de territorio en el norte de Siria, en la frontera con Turquía, bajo el control de las fuerzas turcas y sus apoyos sirios.

Economía devastada

Unos 13,4 millones de personas en Siria necesitan ayuda humanitaria para vivir, según estimaciones de la ONU.

12,4 millones de personas viven en el país en situación de inseguridad alimentaria, según el Programa Mundial de Alimentos.

El coste económico de diez años de guerra se estima en 1.200 billones de dólares según un reciente informe de la oenegé World Vision.

El déficit de ingresos por hidrocarburos durante la guerra se estima en 91.500 millones de dólares, informó el ministro sirio de Petróleo y Recursos Minerales en febrero.

Según la misma fuente, el nivel de producción anterior a la guerra era de 400 barriles diarios (bd). Ha bajado a 89 bd producidos en 2020, 80 de ellos en las regiones kurdas.

En diez años de guerra, la libra siria perdió un 98% de su valor frente al dólar en el mercado negro.

Los precios de los alimentos son ahora 33 veces más altos que la media de los últimos cinco años antes de la guerra, según la ONU. El precio del pan subvencionado se ha multiplicado por seis en las zonas del régimen en comparación con 2011.

Infraestructuras en ruinas

Un tercio de las escuelas fueron destruidas o requisadas por los combatientes, según la ONU, y solo el 58% de los hospitales del país están "totalmente operativos". Cerca del 70% del personal médico ha huido del país.

Alrededor del 70% de las subestaciones de la red eléctrica y su red de suministro de combustible están fuera de servicio, según el ministerio de Energía sirio en 2019.

2,4 millones de niños no van a la escuela

En lo referente a los niños, más del 60% están en riesgo de pasar hambre, mientras que más de 2,4 millones de niños no van a la escuela. Se trata de una generación que está a punto de ser borrada del mapa.

Los niños son reclutados como soldados, mientras que las niñas un día "salen del colegio y deciden que las van a casar con alguien que ha pedido su mano porque con la dote puede comer el resto de la familia y dar de comer a sus hermanos", tal y como cuenta María Jesús Vega, portavoz de ACNUR.