Tres meses antes de que Nikolas Cruz abriese fuego en la escuela de Florida, el FBI recibió una llamada. "Ha comprado un arma hace una semana y media".

Se trata de Rocxanne Deschamps, la mujer que acogió a Nikolas cuando su madre murió de neumonía. Según ella, Cruz había comprado un arma y la había escondido en el patio trasero de la casa. "Ha apuntado con el arma a la cabeza de su hermano. No es la primera vez, también se lo hizo a su madre".

No fue la única advertencia. Tiempo después otra mujer llamó a la policía asegurando haber visto a Cruz con un arsenal de cuchillos y pistolas. Literalmente les dijo: está a punto de explotar.

Nueve días después de la masacre, el presidente Trump culpa de todo al guardia de seguridad de la escuela, que permaneció fuera del centro mientras ocurría el tiroteo. Le llama "cobarde" por no haber intervenido durante el tiroteo.

Por eso insiste una vez más en armar a los profesores. "Necesitamos capacidad ofensiva y vamos a hacer algo al respecto", aseguró el presidente de EEUU.

Desde Florida, los maestros responden un "no" rotundo. "Estoy totalmente en contra de armar a los profesores", afirma Robert Runcle, superintendente de escuelas públicas de Broward. Su preocupación ahora es cómo recuperar la normalidad y superar juntos la tragedia. Será el próximo miércoles cuando los alumnos vuelvan a las clases.