Alkozee ahora vive en Madrid en una residencia de estudiantes y comenzará a estudiar el grado en Derecho, Criminología y Seguridad el curso que viene. "Mis padres siempre me han dicho que la mejor manera de luchar contra el terrorismo es la educación y la ética", señala.
El joven explica que todo comenzó con la Guerra ruso-afgana (1978-1992) en la que lucharon las fuerzas armadas de la República Democrática de Afganistán (RDA) apoyadas por el Ejército Soviético, contra los insurgentes muyahidines, grupos de guerrilleros afganos islámicos apoyados por países extranjeros. "Mi padre tuvo la oportunidad de estudiar medicina en Turquestán y al volver nos acusaban a la familia entera de comunistas y nos querían matar por ello", relata Alkozee.
En este contexto, asevera que su familia estaba amenazada también por tener valores democráticos. "Ha habido muchos intentos de matarnos a mí y a mi hermano mayor. Los radicales querían acabar con todo aquel que supiera lenguas extranjeras o hubiera tenido algún contacto con el exterior", explica.
"Tuve suerte. Pude irme un año a estudiar a China y ahí conocí a una chica española. Al final, por razones que desconozco en China no me quisieron dar el visado y tuve que volverme a mi país, pero mis padres no paraban de decirme que me fuera", relata. Alkozee cuenta que fue en ese momento cuando decidió emprender su viaje a España.
"En un principio yo no quería salir de mi país. Quería luchar contra los terroristas puesto que he perdido a mucha gente y de alguna manera quería vengarme y luchar en el ejército. Pero mis padres me enseñaron a despojarme de la violencia y a contestar con la educación y los valores", expresa para precisar que va a estudiar Derecho y Criminología con el fin de poder volver en un futuro a Afganistán y contribuir a la mejora de la seguridad de sus ciudadanos.
El joven cuenta que el primer año que vivió en España estuvo en un piso por su cuenta en Madrid. Más tarde se trasladó a un centro de acogida donde recibía 100 euros al mes para manutención, y hoy por hoy vive en la residencia universitaria de la Universidad Camilo José Cela.
"En España desde el principio me he sentido muy bien con la gente. Tengo amigos por todo el país. Quedamos, salimos y disfrutamos, tomamos alguna copa, como todos. Estoy muy contento y cuando hablo con mis padres parece que lo están hasta más que yo. Su sueño siempre ha sido que tengamos una vida y un futuro", relata.
En este sentido, asevera que la educación y la ética son "muy necesarias" para "servirse a uno mismo y a la sociedad". Según indica, en su país "no hay una buena enseñanza en valores". "Estos terroristas fueron niños en su día, y no podemos decir que hayan nacido así, cada uno fue una persona pequeña. Pero la vida les ha enseñado a ver mundo de otra manera, y eso está mal", señala.
"Ojalá se pudiese acoger a los niños que están ahí y construirles escuelas y fundaciones de educación, y enseñarles algo bello, algo más que la guerra. Yo he estado ahí y solo veía destrucción, cada día mueren como 10 o 20 personas en cada pueblo y no se conoce otra cosa", expresa tras señalar que desde que vive en España ha conocido "el valor de la vida". "Al estar aquí veo que la gente disfruta de todo: del fútbol, de la comida e incluso de los diferentes idiomas. En definitiva, de la vida", concluye.