El Gobierno húngaro entiende que necesita más mano dura para frenar la ola de refugiados y ha aprobado 13 durísimas medidas para reprimir e incluso encarcelar a quien entre en su país sin papeles. Legalizar, por ejemplo, que su Policía pueda usar gases lacrimógenos y bolas de goma. Su presidente lo tiene clarísimo, dice que esto es sólo el principio, que la idiosincrasia de Europa peligra y que él es el único capaz de blindar la entrada a Europa.