Fuegos ardiendo en una plaza que han intentado desalojar durante todo el día. Se ven porque cortaron hasta el alumbrado en Taksim. Al gobierno turco no le interesa que se vean los disturbios, las cargas intermitentes, los heridos y las embestidas de la policía contra los manifestantes.

Pero no sólo había que ocultar la violencia. También una avalancha de ciudadanos pacíficos que relatan la tensión en torno al bastión situado en el campamento del parque Gezi.

Erdogan se reúne con representantes de una parte de los indignados turcos, una mano tendida poco creíble después del puñetazo en la mesa del desalojo. Por la mañana era la policía la que acampaba en una plaza llena de cicatrices, y que en unas horas quieren volver a disputarles.