Los enfrentamientos entre el Ejército de Sudán y los paramilitares no cesan en Jartum a pesar de las treguas. Allí reside desde hace cuatro años Miguel, un joven madrileño que relata la tensa situación que se vive en la capital del país africano, con una comunidad española de apenas 80 personas y donde la Embajada ha cerrado por motivos de seguridad. "Despertarte con ametralladoras, aviones y artillería no es sencillo", cuenta a laSexta.

Las calles, explica, en general están vacías, pero "hay distintos puntos donde sí hay fuerzas armadas" y combates: el centro de su propio barrio, explica, está "más o menos seguro", pero en los extremos sí que se disputan luchas callejeras. Es en la zona de la ciudad que aglutina embajadas y oficinas de ONG donde "hay mucho más jaleo": allí, señala, hay cuarteles del ejército y de los paramilitares, "mucha artillería" y "luchas por la calle". Otro de los puntos calientes, apunta, es la zona del Palacio Republicano.

El estruendo de estos combates callejeros se escucha desde las viviendas, alertando a los civiles para no abandonar sus hogares: "Se oye donde están los combates y no sales de casa en ese momento", detalla Miguel, que precisa que "la gente si sale es para ir a comprar pan o un kilo de azúcar o lo que puedan y vuelven directamente a casa".

Al peligro de perecer en el fuego cruzado se suma otro, según alerta el joven español: "Muchas veces hay gente que se aprovecha de la situación, se viste de militar o de las Fuerzas de Apoyo Rápido (FAR) y va a robara la gente o a hacer daño a las personas", narra, indicando que también "a veces hay soldados desesperados que buscan comida".

Un clima -reconoce- de "mucha tensión" que "afecta a la salud mental": "Por ahora estamos positivos, nos mantenemos fuertes, activados con esperanza de que esto acabe pronto...", afirma el joven, que no obstante admite que afecta despertar cada día con el sonido de la lucha armada. Ello, ante un conflicto que en cuestión de días ha acabado ya con la vida de unos 270 civiles y dejado miles de heridos, según cifra de la OMS, y que, según teme Miguel, "se puede alargar bastante".