El dolor por los 43 de Ayotzinapa estalla y, convertido en ira, revienta en la misma puerta del Palacio Nacional mexicano: una camioneta (tomada de la Comisión Federal de Electricidad) y una muchedumbre arremeten contra la entrada principal y la destrozan con el mismísimo presidente dentro. Las familias de los estudiantes a los que hizo desaparecer un contubernio de bandas criminales, policías y militares, protestan porque López Obrador no ha cumplido su promesa de resolver el caso, pese a admitir que fue un "crimen de Estado".

"El presidente ha claudicado de su deber de la investigación en cuanto ha tocado fibras sensibles que tienen que ver con el Ejército mexicano", explica el abogado de las familias en televisión.

Presiones al presidente

Los manifestantes amenazan con escalar la violencia, y enturbiar la campaña de las próximas elecciones presidenciales (junio), si López Obrador sigue sin recibirles. Él condena lo que considera "una provocación", aunque descarta represalias. Y les contesta que más necesita tiempo. Y que no se dejen utilizar por la oposición: Andrés Manuel López Obrador señala a la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, la Organización de los Estados Americanos y "grupos conservadores de derecha apoyados por gobiernos extranjeros" como agitadores.

"No va a escalar, es que lo que quisieran es que nosotros respondiéramos de manera violenta, nosotros no somos represores. Se va a arreglar la puerta y no hay ningún problema, pero lo que quieren es provocar. Lo que me importa es encontrar a los jóvenes", señalaba AMLO en rueda de prensa. Ante las repreguntas de los periodistas, anunció que podría verse con las familias "dentro de quince o veinte días". Argumentando que quiere "mostrarles pruebas de cómo se manipuló la investigación".

Uno de los casos más traumáticos de la historia moderna de México

Casi una década lleva este estallido cociéndose. Los 43 de la Escuela Rural de Ayotzinapa, tradicional cuna de activismo social y lamentablemente sita en una encrucijada de grupos criminales del centro-sur de Mexico, fueron espiados, seguidos, atacados y hechos desaparecer una madrugada de finales de septiembre de 2014.

Inicialmente, se achacó a un ajuste de cuentas entre bandas y agentes conchabados. Pero ahora se sabe que estuvieron implicados policía municipal, estatal y Ejército. En unos violentos, turbios, confusos, altercados que aún esperan justicia.