La nueva primera ministra italiana, Giorgia Meloni, quiere cerrar los puertos a los barcos humanitarios. Su socio de gobierno, el partido de Salvini, ha anunciado que lo están estudiando y ha enviado ya una directiva a Alemania y Noruega avisando de que dos barcos suyos pueden quedarse fuera de sus costas.

Mientras tanto, el Ocean Viking, de SOS Méditerranée, navega con 202 migrantes salvados en aguas internacionales frente a Libia tras el último y peligroso rescate efectuado esta madrugada, en el que lograron salvar a 56 personas. Y no es el único: el Humanity One acoge en estos momentos a 180.

El nuevo ministro del Interior, Matteo Piantedosi, que fue jefe de gabinete de Salvini en su época al frente de esa cartera, emitió este martes una directiva para informar a Alemania y Noruega de la situación ambas naves humanitarias, con banderas de esos países. "La valoración de la prohibición de entrada en las aguas territoriales está en curso", se lee en un comunicado oficial.

Lo cierto es que Open Arms ya vivió ese cierre de puertos italianos, una auténtica odisea. En agosto de 2019, un barco de la ONG Open Arms estuvo 21 días retenido frente a Lampedusa con 150 personas a bordo. Sus tripulantes, algunos con ataques de ansiedad, lloraban. Otros se tiraron al mar incapaces de soportar más. "La gente se puso muy nerviosa porque tenía miedo de volver a Libia", explica la portavoz de la entidad Valentina Brinis.

Tres años después, el proceso judicial sigue abierto contra Salvini. Mientras tanto, su mano derecho y nuevo ministro del Interior vuelve a la carga. El discurso vuelve a ser el mismo: uno populista y rentable para ellos. El de las ONG, también. Critican que se haga política con esta gente en dificultades. "Esta gente tiene que ser rescatada", insiste la portavoz.

De esta forma, el pulso, que nunca se ha ido, regresa de nuevo al primer plano de Europa.