Los homenajes, por difíciles, nunca suelen abarcar todo lo que se pretende. Es imposible. Por eso, el arte de la condensación o la simplificación adquiere un valor especial cuando acierta de pleno con el objetivo.
"Tus conciertos son como los rebotes de Fernando Martín". Es complicado encontrar una frase más llena de significado, más representativa de una actitud ante la vida. La recupera una leyenda del rock español como Loquillo, 30 años después de la muerte de Fernando Martín, y 30 años después de su tributo en El País, donde el 6 de diciembre de 1989 el último clásico escribió lo siguiente:
"Era la primera vez que actuábamos en el viejo Pabellón del Real Madrid, y para mí era un día de especial trascendencia. Al atravesar la puerta sentí cómo toda la historia del baloncesto español se apoderaba de mí. Tras recorrer todos y cada uno de los pasillos del local, llegué hasta ese añejo vestuario donde jugué a imaginar el lugar que ocuparían cada uno de mis héroes de adolescente. Pensé en ese mudo testigo de los buenos y malos momentos que es el vestuario, al tiempo que un enorme respeto me invadió momentos antes de salir al escenario.
Al concluir y descender feliz y sudando, volví a sentir la misma sensación y noté que alguien me agarraba ligeramente del brazo; me giré y ví a un muchacho que, titubeante, me dió su mano mientras me decía: "Tus conciertos son como los rebotes de Fernando Martín". Creo que nunca me han dicho nada tan significativo ni hermoso en la vida".
Porque Fernando Martín en Madrid era una filosofía de vida, y en España, una obligación. Era levantarse a por ese rebote una y otra vez, justificando que cuando fuimos los mejores no fue precisamente por un rock suave, fue gracias a la memoria de unos jóvenes airados que, cruzando el paraíso, alcanzaron una plata inalcanzable en unos Juegos Olímpicos.
Loquillo también jugó al baloncesto, y entiende a la perfección un deporte que como hiciera Rudy Fernández hace una década en un concurso de mates de la NBA, hoy, 30 años después de Fernando Martín, homenajea a la leyenda, entre aplausos, silencios, rebotes y mucho pick&rock.