Conocido como el rey del speed, él mismo se sorprende de haber llegado hasta aquí. "No he temido tanto por mi vida, pero me sorprende seguir vivo", nos confiesa Manuel Menéndez, más conocido por su nombre de guerra, Manolo Kabezabolo.

La suya es una carrera construida entre los permisos del psiquiátrico, en el que acabó tras trapichear con las drogas en la academia militar, y los escenarios, muchas veces improvisados en alguna CSA, otras sobre las tablas de grandes festivales.

Del psiquiátrico al escenario

De los sanatorios mentales que le alejaron del mundo durante años prefiere no recordar nada: "Es pensar en el psiquiátrico y me echo a temblar". Incapacitado para trabajar, el ejército le otorgó una pensión vitalicia de la que el artista siempre renegó: "Para un punk es muy triste tener una pensión vitalicia precisamente del ejército".

"No puedo, vivo en un psiquiátrico"

Tras varias entradas y salidas desde el año 1991 de distintos centros psiquiátricos, la oportunidad de organizar su primera gira le vino dada por el promotor musical Manuel Delgado, quien trabajaba con La Polla Records en ese momento. La respuesta de Manolo fue tajante: "No puedo, vivo en un psiquiátrico".

Las giras como terapia

Fue uno de sus psiquiatras, el doctor Miguel Bouza, quien le permitió salir de allí durante los fines de semanas. Escapadas que aprovechaba para desahogarse y tocar. En esos años empezó a proliferar por los walkmans de miles de españoles aquel proverbial '¡Ya hera ora!' que venía a anunciar su primer disco. Dos maquetas antes habían empezado a horadar la leyenda de Manuel, ya convertido en Manolo Kabezabolo.

Después llegaron otros discos, giras por Latinoamérica y muchísima carretera sobre la que tender su recién adquirida libertad. Fueron años de estar despierto todo el día, de darse descansos, desaparecer y volver a resurgir rodeado de colegas y amigos.

Kabezabolo, el documental

Ahora el festival In-Edit de Barcelona ha presentado 'Si todavía te kedan dientes es ke no estuviste ahí', un documental que pretende honrar a uno de los artistas más radicalmente originales de nuestro país. "Teniendo en cuenta de que, cuando yo era joven, la esperanza de vida era más bien dudosa", nos cuenta, "creo que era mejor hacer un documental antes de haber caído del todo a que lo hagan después".

Un relato necesario, no solo por su música; también por lo que ocurría en las calles. Un documental tan crudo como honesto, del que el propio Manolo confiesa que "hasta lo que no me gusta es verdad".