Prueben a dibujar algo que nunca han visto, de lo que sólo han oído o leído. Es lo que ocurría con las imágenes de los libros del siglo XIV.
El elefante era representado con hocico en forma de trompeta, orejas de perro, patas, cuerpo de caballo y colmillos de jabalí. Los ilustradores medievales nunca lo habían visto, así que para representar estos colosales animales, tenían que fiarse de antiguos manuscritos y la tradición oral. Sabían que eran enormes, tanto que creían que podían hasta llevar una torre llena de soldados.
Así que biblias, manuscritos y bestiarios se convirtieron en el espacio perfecto para dar rienda suelta a la imaginación medieval, pero siempre bajo la estricta mirada de la iglesia católica Por ello, el hipopótamo aparece cabalgado por un diablo y en otra escena es acompañado por un cocodrilo, que se parece más a un dragón.
De color exagerado, cara de mono o, incluso, alado. Este es otro de los grandes animales exóticos que los ilustradores medievales nunca habían visto, pero que se atrevieron a dibujar con todo lujo de detalles. Sin imprenta, copiados a mano, sus bestias variaban de una pluma a otra y estaban compuestos con animales conocidos por los autores.
Su imaginación no tenía límites, incluso se atrevieron a fantasear con animales cotidianos, como el gato. Que adosado a un cohete aparece como un arma de guerra infalible en tratados sobre armas medievales.
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