Las autoridades autonómicas y municipales aseguran que este año, a falta de concretar, se han batido unos registros históricos de afluencia gracias, entre otros factores, al buen tiempo, salvo el efímero temporal del pasado lunes, el reclamo internacional de la Unesco y el hecho de que en comunidades tan fieles a esta cita, como Madrid, fuera festivo tanto el pasado viernes como este lunes.

Las fallas repartidas por cada barrio -que este año han invertido casi siete millones de euros en sus monumentos- han sucumbido ante el fuego que aniquila un año de trabajo y sus variopintas temáticas, tanto políticas -con Donald Trump como inesperado invitado- como deportivas, artísticas, históricas y del chismorreo.

Todo ha transcurrido sin incidentes, como ha sido la tónica desde que el pasado día 1 comenzara la vida fallera en Valencia, una ciudad alterada en su vida diaria con 700 tramos de calle cortados, 238 carpas instaladas, 345 zonas acotadas para fuegos de artificio y cientos de puestos móviles de comida y bebida.

Los ninots que este año se han salvado del fuego son el grupo escultórico formado por niños carnavalescos jugando en una fuente, realizado por el artista Joan S. Blanch para la falla Duque de Gaeta-La Pobla de Farnals, y el grupo de la pescadera y su hijo en su puesto del mercado, hecho por Manuel Algarra Salinas para Almirante Cadarso-Conde de Altea.

En cuanto a las ganadoras, las llamas se han cebado también con la falla l'Antiga de Campanar, que logró el primer premio de la sección Especial con "Eterna seducció", de Julio Monterrubio, y con el monumento de Convento Jerusalén-Matemático Marzal, que obtuvo el cetro infantil con su "Abecedario artesano", de José Gallego.

Y la más mediática al caer ha sido, un año más, la falla municipal de la abarrotada plaza del Ayuntamiento, nuevamente de Manolo García y hecha de vareta (listón fino de madera): un imponente "pirulí" de 41 metros de alto, 1.800 kilos de peso y 170.000 euros de presupuesto. "València, Ca la trava" (Valencia, Casa la traba) se erigía como un improvisado cohete fallero en medio del universo festivo que le ha rodeado desde su "plantà", hecha tradicionalmente (al tombe, con cuerdas) y sazonada con sillas de madera traídas por vecinos, como se hacía antiguamente en las fallas primigenias que salían de los talleres artesanos con los deshechos del gremio.

Sin embargo, su temática no era tan espacial: se trataba de una reproducción de la fallida torre de telecomunicaciones que el arquitecto valenciano Santiago Calatrava ideó para un solar donde ahora se levanta la Ciudad de las Artes y las Ciencias y que con esta falla representaba, precisamente, los obstáculos que se ha ido encontrando la ciudad en su desarrollo social y urbano.

Las llamas no han sido clementes con esta obra, que han reducido rápidamente a cenizas su remate principal mientras el resto ha ido cayendo más lentamente ante la mirada emocionada de la fallera mayor, Raquel Alario, que hoy se despide de su también efímero reinado y estaba acompañada por el president de la Generalitat, Ximo Puig, y el alcalde, Joan Ribó.