Se trata de la disfunción sexual masculina más común pero sólo uno de cada cuatro hombres que la sufre acude al especialista, a pesar de que si no se trata puede conducir a una disfunción eréctil reactiva, la segunda más habitual, o a la pérdida de orgasmo.

Afecta en mayor medida a hombres más jóvenes, aunque los datos de BMG demuestran que también puede suceder en pacientes más mayores. De hecho, uno de cada cinco tiene entre 46 y 55. Las causas de la misma explican esta prevalencia en la edad y se engloban en tres categorías: psicológica, orgánica y de aprendizaje.

El principal obstáculo a la hora de diagnosticar la EP es la vergüenza y el reconocimiento de los síntomas. Concretamente, los signos que pueden hacer sospechar su existencia son: que la eyaculación se produzca sin control antes de lo que uno mismo o la pareja quisiera; que se produzca antes o justo después de la penetración; si siempre se ha eyaculado con esta sintomatología o cuando es un cambio repentino.