El hallazgo, publicado por la publicación especializada Public Library of Science ONE y por el propio centro universitario, también podría suponer un avance para combatir las enfermedades hereditarias en los perros, así como para estudiar el desarrollo de las enfermedades congénitas, ya que los canes comparten más de 350 trastornos y rasgos hereditarios con los humanos.

Para conseguir la fecundación, los investigadores transfirieron diecinueve embriones previamente tratados a la perra escogida para gestar, la cual dio a luz a siete cachorros sanos, dos de una madre beagle y un padre cocker spaniel, y cinco a partir de dos parejas de padres y madres beagle.

"Desde mediados de la década de 1970, la gente ha estado tratando de hacer esto en un perro y no han tenido éxito", dijo Alex Travis, profesor asociado de Biología Reproductiva en el Instituto Baker de Sanidad Animal, en la Facultad de Medicina Veterinaria de Cornell. Para el éxito de la fecundación in vitro, los investigadores debieron fertilizar un óvulo maduro con un espermatozoide en un laboratorio para producir un embrión, y a continuación insertar el embrión en una hembra gestante en el momento adecuado en su ciclo reproductivo.

El primer reto fue la recolección de los óvulos maduros de la hembra a punto para ser fecundados, aunque se toparon con la dificultad de saber qué momento era más óptimo para su fertilización, ya que los ciclos reproductivos de los perros son distintos a los de otros mamíferos.

En este sentido, los expertos vieron que, dejando el óvulo madurar un día más, sus probabilidades de éxito eran mayores. Una vez lograda la fertilización de los óvulos, el siguiente obstáculo radicaba en que el tracto femenino de la perra gestante estuviera a punto para la fecundación, para lo que los investigadores, liderados por Jennifer Nagashima, simularon las condiciones uterinas en su laboratorio.

Así, los científicos descubrieron que, al añadir magnesio al entorno, el cuerpo de la madre gestante acogía mejor la llegada de los espermatozoides. "Hicimos esos dos cambios, y ahora logramos el éxito en las tasas de fertilización de un 80 a un 90 por ciento", afirmó Travis.

El desafío final para los investigadores residía en congelar los embriones. La congelación de los embriones permite a los investigadores insertarlos en los oviductos receptores (llamados trompas de Falopio en los humanos) en el momento adecuado en su ciclo reproductivo, que ocurre sólo una vez o dos veces al año.

De esa manera, el primero de los cachorros nacidos de un embrión congelado en el hemisferio occidental de la mano del grupo de científicos de la Universidad Cornell vio la luz en 2013, aunque no ha sido hasta ahora cuando han conseguido, con esa técnica, el nacimiento de una camada.

"Podíamos congelar bancos de espermatozoides y utilizarlos para la inseminación artificial. También podemos congelar ovocitos, pero en ausencia de la fecundación in vitro, no pudimos usarlos. Ahora podemos utilizar esta técnica para conservar la genética de las especies en peligro de extinción", aseguró el profesor.

La fertilización in vitro permitirá conservar razas animales al almacenar esperma y óvulos de las especies y poder gestarlas de nuevo, además de reproducir especies en peligro de extinción. Según explicó Travis, con las nuevas técnicas de modificación del genoma, los investigadores de enfermedades genéticas podrán evitar que los perros tengan enfermedades hereditarias.

"Con una combinación de técnicas de modificación de genes y la fecundación in vitro -agregó-, se pueden prevenir potencialmente enfermedades genéticas antes de que se desarrollen", un avance también beneficioso para entender muchas enfermedades que sufren los humanos y que también afectan a los cánidos.