Con el gran tsunami de casos que estamos atravesando en España, a veces puede parecer complicado detectar una posible infección a tiempo. O bien por la falta de síntomas o bien por síntomas que han podido confundirse con otras enfermedades.

Sin embargo, es importante conocer si hemos pasado la enfermedad para seguir inmunizándonos contra ella. De hecho, Sanidad recomienda esperar un periodo de cinco meses para inocularse una dosis de refuerzo de la vacuna contra el COVID si acabamos de pasar la enfermedad de forma natural.

De este modo, se hace aún más evidente la necesidad de tener un diagnóstico, pero, ¿qué ocurre si no nos hemos hecho una PCR o un antígenos a tiempo? Existen otros métodos para detectar una infección pasada.

La forma de saberlo es haciéndose un test serológico que compruebe el nivel de anticuerpos con el que contamos y que nos diga qué clase de células protectoras tenemos. Se trata de test que detectan los anticuerpos generados por la infección, no por la vacuna.

Según la Agencia Española de Medicamentos y Productos Sanitarios (AEMPS), esta clase de pruebas no estudian la presencia o no de la enfermedad, sino la presencia de anticuerpos frente a la misma.

Existen dos tipos de anticuerpos: IgM e IgG. Los primeros aparecen en la fase temprana de la infección y desaparecen a las pocas semanas, mientras que los segundos permanencen en el tiempo.

A pesar de que no todas las personas que han pasado la infección generan anticuerpos IgG, a largo plazo, su cuerpo sí genera una respuesta inmune para hacer frente a la enfermedad que permanecerá al menos unas semanas después de habernos infectado, los anticuerpos IgM.

Estos test detectan los anticuerpos generados por la infección, ya que las vacunas contra el COVID inducen una respuesta inmune frente al antígeno S. Por este motivo, en caso de que haya presencia de otros anticuerpos, habrá sido por la infección al virus.