NO ES BONITO… PERO TE LO QUEDAS
La venganza de los ‘coches feos’: por qué ahora todo el mundo quiere uno
Hubo un tiempo en que el diseño era una cuestión casi sagrada. Un coche tenía que entrar por los ojos. Las marcas como Alfa Romeo, Citroën o Peugeot apostaban fuerte por las curvas, los detalles y el estilo. Hoy, sin embargo, los coches más vendidos no necesariamente son los más bonitos. Ni falta que hace.

Publicidad
Hubo un tiempo en que el diseño era una cuestión casi sagrada. Un coche tenía que entrar por los ojos. Las marcas como Alfa Romeo, Citroën o Peugeot apostaban fuerte por las curvas, los detalles y el estilo. Hoy, sin embargo, los coches más vendidos no necesariamente son los más bonitos. Ni falta que hace.
Ahí está el OMODA 5, con una parrilla que parece un colador de cocina y unos faros que parecen enfadados. ¿Es bonito? No. ¿Se vende bien? Sí. Mucho. Porque lo que buscan hoy muchos compradores no es precisamente un coche de revista, sino uno que cumpla, que ofrezca mucho por poco y, si puede ser, que llame la atención por raro. Y eso, curiosamente, se está convirtiendo en tendencia.
El diseño agresivo, rompedor o directamente feo, ya no espanta. Al contrario: atrae por diferente. Los compradores quieren algo que destaque en el parking del centro comercial. Que no parezca el mismo SUV anodino de siempre, y si eso significa conducir un coche "feo", no pasa nada. Porque lo feo ahora es funcional, es barato, y sobre todo, es diferente.

La estética ya no es lo que importa
Los departamentos de diseño han tenido más peso que los de marketing durante décadas. Ahora, el diseño está supeditado al coste, a las normativas de seguridad y a la aerodinámica. El resultado: coches con morros altos, traseras parecidas y líneas que siguen más una fórmula que una inspiración. En ese contexto, los modelos que se atreven a romper la norma, aunque no gusten a todos, se hacen notar.
El Toyota C-HR es un ejemplo claro: cuando salió, parecía un concept mal resuelto, con proporciones raras y lunas traseras mínimas. Hoy es un éxito de ventas. El Hyundai Kona tampoco ganó concursos de belleza, pero su planteamiento práctico y su equipamiento le han dado un lugar estable en el mercado. Si vamos a lo extremo, el Dacia Spring, con su pinta de coche de juguete, ha conquistado a miles de compradores eléctricos por su sencillez y precio.
Las redes sociales también juegan su papel. Cuanto más raro es el coche, más se habla de él. Aunque sea para criticarlo, y eso genera una visibilidad que muchos modelos más bonitos, pero sosos, jamás consiguen. Al final, como dicen en publicidad, que hablen mal, pero que hablen.

Feo, sí… pero útil
Hay algo de liberador en este fenómeno. Durante años, parecía que había que justificar el coche nuevo como si fuera una pieza de arte. Ahora, el discurso es otro: ¿cuánto gasta? ¿Cuánto cuesta? ¿Qué garantía tiene? ¿Tiene pantalla grande? Si la respuesta es buena, da igual si parece un Transformer mal renderizado. Se compra igual.
Además, estos coches "feos" suelen ser los que más arriesgan con equipamiento, versiones eléctricas y precios agresivos. Son productos hechos para vender, no para emocionar. Pero lo curioso es que acaban gustando por acumulación: cuanto más los ves, más te familiarizas, y lo que al principio chirría, acaba pareciendo hasta moderno.
Así que sí, los coches feos se están vengando. Ya no viven en los márgenes del mercado. Están en el centro, y si las ventas siguen así, serán ellos los que definan el estilo de los próximos años. Lo bonito, como siempre, es relativo. Pero lo útil, lo barato y lo diferente… eso sí que vende.
Publicidad