NACIDOS PARA MORIR (DE ÉXITO)

¿Y si este es el último deportivo puro que podrás comprarte?

Estos coches, los deportivos de raza, te enseñan a conducir de verdad. Sin asistentes que hagan el trabajo por ti, sin pantallas que te digan cómo sentir cada curva. O lo sientes tú, o aquí no pasa nada, y cuando lo sientes,

Alpine A110

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Los de Toyota lo sabían desde el primer día. Cuando terminaron de desarrollar el GR86, cerraron los planos y se quedaron mirándolo en silencio. Tenían delante un coche perfecto en su sencillez: motor bóxer atmosférico, tracción trasera, cambio manual de toda la vida. Nada de híbridos, nada de pantallas gigantes, nada de modos de conducción digitales. Solo metal, gasolina y ganas de curvas, y sabían que no duraría ni dos años en Europa.

Mientras medio mundo se compraba SUV del tamaño de un camión y el otro medio se pasaba al eléctrico, estos locos seguían empeñados en hacer coches que te emocionaran de verdad. El GR86 no presume de cifras ni te impresiona con aceleraciones brutales. Lo que hace es mucho más simple y a la vez más difícil: te hace sonreír cada vez que pisas el acelerador. Toyota sabía que las normativas de emisiones lo matarían pronto, pero decidieron construirlo igual. Como quien hace un último viaje sabiendo que será irrepetible.

En Francia pasaba algo parecido con el Alpine A110. Los franceses nunca han sido de presumir mucho, y su pequeño deportivo lo demuestra. No es el más potente, no es el más rápido, pero tiene algo que ya casi nadie se molesta en buscar: equilibrio. Con sus 1.100 kilos justos, el A110 flota sobre el asfalto como si las leyes de la física fueran solo una sugerencia. Alpine promete que habrá sucesor eléctrico, pero todos sabemos que no será lo mismo. 400 kilos más de baterías y un motor eléctrico jamás podrán replicar esta magia.

El canto del cisne no suena a Spotify

El Ford Mustang V8 es el último mohicano de una tribu en extinción. Mientras en Europa los deportivos se achican o directamente desaparecen, el Mustang sigue plantado ahí con su motor 5.0 litros rugiendo como si la fiesta no hubiera terminado nunca. Pero ya se huele el final. Esta generación mantiene el V8, sí, pero cada vez está más claro que lo hacen por puro romanticismo. En unos años, ni siquiera en Estados Unidos quedará sitio para estas bestias.

Es una pena, porque lo que hace especial al Mustang no es solo su motor. Es toda la experiencia. Esa dirección que te habla, esa palanca de cambios que te obliga a pensar cada marcha, ese trasero que no perdona pero que te premia cuando lo entiendes. Son coches que no te lo ponen fácil, que te obligan a aprender, a mejorar como conductor. Algo que jamás conseguirás con un eléctrico de dos toneladas con sonido artificial y modo drift programado.

La pregunta no es si estos coches merecen la pena. La pregunta es si puedes permitirte dejar pasar la última oportunidad de tener uno. Porque cuando se vayan, se van para siempre, y los recuerdos, por muy buenos que sean, nunca aceleran de segunda a tercera.

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