La Renault Kangoo irrumpe en Gran Turismo
Es una Renault Kangoo corriendo en Spa Francorchamps, ¿podría haber algo mejor?
A veces, los videjuegos ofrecen algo más que diversión y entretenimiento, a veces, dan a conocer culturas y gustos ajenos a nuestra región, como la cultura que existe en Japón alrededor de la Renault Kangoo

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Cuando Gran Turismo 7 anunció su actualización 1.57 el 27 de marzo de 2025, nadie esperaba que el protagonista más comentado no fuera un superdeportivo, sino una furgoneta. Sí, una Renault Kangoo 1.4 de 2001, de esas que llevaban a los críos al colegio mientras el conductor escuchaba a Los Rodríguez en un CD rayado. En el mismo paquete llegaron el Aston Martin Vantage ’18 y el Mazda CX-30 ’21, pero en foros y redes el ruido lo hizo la Kangoo.
El precio en el juego es ridículo: 20.000 créditos en Brand Central o en el concesionario de coches usados. Eso la hace accesible para cualquier jugador, incluso para el que lleva tres días y todavía confunde Tsukuba con Tsunami. Pero lo jugoso viene cuando la metes en el editor de tuning, le calzas el motor F4RT 2.0 turbo del Mégane RS, y de pronto tienes una furgoneta que deja boquiabierto hasta al mismísimo Kazunori Yamauchi.
La guinda del pastel está en que Polyphony Digital no la ha puesto ahí por capricho: en Japón, el culto a la Kangoo es real. El “Kangoo Jamboree” reúne cada año a miles de unidades bajo el Monte Fuji, y si te parece raro ver un ejército de furgos francesas en tierras niponas, es porque no has visto las preparaciones absurdas que llevan. En GT7, esa vibra se traslada a carreras personalizadas, monomarcas semanales y, sí, locuras como meterla en Spa-Francorchamps.

El origen humilde de la heroína de Spa
Para entender la gracia de ver una Kangoo afrontando Eau Rouge a fondo, hay que repasar de dónde viene. La primera generación, lanzada en 1997, era básicamente un Renault Clio con techo alto, portón trasero y mucho espacio para bultos y chiquillos. Su motor 1.4 de 75 caballos no estaba pensado para correr; estaba pensado para durar y gastar lo justo, siempre que no fueras con el pie como un yunque.
Era una furgoneta honesta, disponible en versión panelada para currar o en versión de pasajeros para familias. La joya rara fue la Kangoo Trekka 4x4, que metía tracción total de Nissan y daba para aventuras campestres… a ritmo lento. Incluso hubo una versión eléctrica en 2003, la Electricité, cuando todavía sonaba a ciencia ficción ver una furgoneta sin tubo de escape.
En su ficha técnica real, la Kangoo de GT7 mide 4 metros justos y pesa poco más de una tonelada. Suspensión delantera independiente, eje rígido detrás, frenos de disco delante y tambores detrás. Vamos, lo mínimo para aguantar el día a día… y lo justo para que, si te la llevas a un circuito, la experiencia sea tan épica como peligrosa para tu integridad virtual.

Kangoo en Spa: de llevar herramientas a adelantar Porsches
Ver una Kangoo en Spa-Francorchamps es como ver a un cartero adelantando a un Ferrari en la recta de Kemmel: improbable, pero absolutamente memorable. El circuito belga es un templo de la velocidad de siete kilómetros de curvas icónicas, y meter ahí a una furgoneta de reparto es un ejercicio de irreverencia digno de aplauso.
La gracia está en que GT7 no discrimina. Puedes subir la potencia, bajar la suspensión y calzarle slicks como si fuera un GT3. De pronto, ese 1.4 de abuela se convierte en un monstruo con turbo que ataca Eau Rouge como si fuera Leclerc en Mónaco. Eso sí, el balanceo sigue siendo el de una caja de zapatos sobre ruedas, así que prepararte para pelear con el volante es obligatorio.
Lo mejor de todo es que no hace falta ser un piloto de Fórmula 1 para disfrutarlo. La Kangoo es un recordatorio de que las carreras no siempre van de exprimir hiperdeportivos, sino de reírte, improvisar y, a veces, ver cómo una furgoneta que en la vida real carga sacos de yeso humilla a un Porsche 911 porque, bueno, tú la has preparado para ello.
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