LA HISTORIA DEL BUGATTI EB110 DEL SULTÁN DE BRUNEI, EL COCHE DE LOS SUEÑOS IMPOSIBLES

Pagaron millones por él… y nunca lo pudieron usar

Motor V12 de 3.5 litros, cuatro turbos, tracción total y más de 600 CV. Era brutal, era futurista... y era carísimo. Uno de los más radicales jamás fabricados, creado en una fábrica de diseño vanguardista en Campogalliano.

Así es el Bugatti EB110 del Sultán de Brunei

Así es el Bugatti EB110 del Sultán de BruneiBugatti

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Era 1994 y Bugatti acababa de presentar lo que parecía un sueño de otro tiempo: el EB110 Super Sport. En una era aún ajena a la fiebre de los hiperdeportivos actuales, este coche rompía todos los esquemas.

Mientras el mundo admiraba con asombro lo que Bugatti había logrado, en otro rincón del planeta alguien lo estaba comprando todo. El Sultán de Brunei y su familia, conocidos por su pasión (o adicción) por los coches, no solo adquirieron uno, sino varios EB110, en configuraciones únicas, pintados con los colores más extravagantes, con interiores a medida y todo tipo de caprichos imposibles para cualquier cliente común. El problema es que, a diferencia del resto del mundo, en Brunei aquellos coches no salían a la carretera. Se almacenaban. Como si fueran arte. Como si fueran lingotes.

Así, aquel superdeportivo llamado a devorar kilómetros se convirtió en un prisionero del lujo. Metido en garajes climatizados, lejos del asfalto, acumulando polvo o simplemente encerrado en silencio. Algunos de esos EB110 ni siquiera se encendieron. El coche que prometía rugir por las autopistas del mundo quedó confinado, invisible para el público, olvidado para la historia.

Una colección silenciosa, un coche que quiso ser leyenda

La familia real de Brunei acumuló, según estimaciones, más de 5.000 vehículos a lo largo de los años. Ferrari, Porsche, McLaren, Bentley… muchos de ellos encargados en exclusiva, con especificaciones únicas. Pero el caso del EB110 es especial, porque representaba algo más que opulencia: era el símbolo de una época fugaz.

Cuando Bugatti cayó en bancarrota en 1995, el EB110 quedó como el canto del cisne de una era de ingeniería artesanal y megalómana. El proyecto había nacido con ambición, pero el mercado aún no estaba preparado para pagar tanto por un coche de marca “renacida”. Sin embargo, entre los compradores que sí vieron su valor estaba Brunei. Para ellos, más que una joya técnica, era otra pieza de coleccionista.

El problema es que coleccionar coches como quien guarda relojes suizos tiene sus consecuencias. Los EB110 olvidados comenzaron a degradarse. Algunos reaparecieron décadas después, en subastas o exposiciones, con apenas kilómetros, a veces con fallos mecánicos fruto del desuso. Otros, aún, no han sido vistos por nadie. El coche que debía marcar una nueva etapa en la historia del automóvil terminó silenciado por su propio exceso.

Michael Schumacher y Romano Artioli con el Bugatti EB110
Michael Schumacher y Romano Artioli con el Bugatti EB110 | Bugatti

El precio de no conducir el pasado

Hoy, cada vez que uno de estos Bugatti EB110 aparece en escena (como el SS azul mostrado en el London Concours), el mundo vuelve a recordar lo que pudo haber sido. Son piezas de ingeniería que, pese a no haber cumplido su propósito de correr, emocionan por lo que representan: una forma de soñar con el futuro desde el pasado.

El caso del Sultán y su colección plantea preguntas incómodas. ¿Cuál es el sentido de comprar algo diseñado para usarse, y jamás usarlo? ¿Qué valor tiene un coche si no pisa nunca la carretera? Para muchos apasionados del motor, el simple hecho de que el EB110 haya sido reducido a objeto decorativo es una tragedia. Para otros, una ironía deliciosa: un coche extremo que solo unos pocos podían tener... y que ni siquiera ellos se atrevieron a conducir.

Mientras tanto, ahí están: encerrados, silenciosos, esperando una segunda oportunidad o, al menos, ser admirados como lo que son. Obras maestras que pagaron el precio de haber nacido en el lugar y el momento equivocados. Como el Bugatti EB110 del Sultán, que costó millones, pero jamás vivió la vida que merecía.

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