NO TODOS TIENEN ENCHUFE

Esta periodista de motor lo resume en una frase: "¿Cómo va a tener un coche eléctrico quien vive en un quinto sin ascensor?"

Telva Somoza dijo esa frase en el podcast "Al Corte" y acertó de pleno. La electrificación depende de muchos factores, y uno de ellos es la posibilidad de cargar tu coche por la noche. Te contamos más dentro.

Cargador de coche

Cargador de cocheEuropa Press

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El otro día estaba escuchando el pódcast Al Corte y tenían como invitada a Telva Somoza, que es periodista especializada en el motor y es también una de las voces más sensatas del panorama automovilístico actual. Hubo una frase que me llamó la atención mucho: “¿Cómo va a tener un coche eléctrico quien vive en un quinto sin ascensor?”. La frase no es una queja cualquiera, sino el retrato exacto de un país donde la mayoría de la gente ni tiene garaje, ni enchufe, ni dinero para adaptarse a la “movilidad del futuro” que tanto defienden desde los despachos, y a mí me gustó porque la comparto personalmente.

Su comentario conecta con una realidad que casi nadie quiere afrontar: que pese al triunfalismo, España no está preparada para una transición eléctrica masiva, y mucho menos cuando las ayudas públicas se atascan, los precios se disparan y las Zonas de Bajas Emisiones son más una medida discriminatoria contra los menos pudientes que una forma realista de animar a la población a cambiar de coche. La periodista, que conoce de primera mano cómo funciona la industria, no critica tampoco el progreso, sino la falta de coherencia entre las políticas y la vida real del conductor medio.

Un país de pisos antiguos y sueldos justos

Telva pone palabras a lo que millones piensan en silencio: que en España, buena parte del parque de viviendas no tiene garaje, ni posibilidad de instalar un punto de recarga doméstico, ni siquiera la certeza de encontrar una toma libre en la calle. Que pretender que alguien con un sueldo bajo y un coche diésel de hace quince años dé el salto a un eléctrico de 35.000 euros es vivir desconectado de cómo vive la gente fuera de la zona pudiente de las ciudades. Lo peor es que el mensaje institucional suele ser manipulador y recurrir a la culpa impuesta: “cambia de coche, que estás destruyendo el Polo Norte”, como si tener que ir a trabajar en un coche sin calefacción fuese un capricho.

Además, la situación económica no acompaña. El coche nuevo es cada vez más caro, los planes MOVES no están bien planteados, y los concesionarios no pueden adelantar las ayudas por falta de liquidez. A eso se suma que los seguros, el mantenimiento y hasta la ITV han subido de precio y ahora cambiar de vehículo se ha convertido en una decisión más difícil que escoger entre Pokémon Rojo y Pokémon Azul. El resultado es un parque automovilístico envejecido con más de 14 años de media y una clase media que estira el coche todo lo que puede porque no hay alternativa real.

Mientras tanto, por arriba presumen de electrificación tirando de porcentajes relativos como si el éxito dependiera de la interpretación creativa y no del volumen real. Se habla de sostenibilidad, pero no se menciona la desigualdad que genera: hay conductores de primera, los que pueden recargar en casa y deducirse el IVA del coche de empresa, y los de segunda, los que aparcan en la calle con miedo a una multa o a que su coche pierda la etiqueta ambiental.

Carga de coche eléctrico
Carga de coche eléctrico | Centímetros Cúbicos

El espejismo de la movilidad verde

Detrás del discurso de la movilidad sostenible se esconde un problema de fondo: se están imponiendo normas que benefician a quien más tiene y castigan a quien menos puede elegir. La libertad de movimiento, como señala Telva, se está convirtiendo en un privilegio urbano. No es que los españoles sean reacios al cambio, es que las condiciones para dicho cambio no existen. Sin cargadores públicos fiables y con coches eléctricos que siguen siendo prohibitivos, la movilidad eléctrica se queda en promesa.

Por ejemplo, en los pueblos y ciudades pequeñas, donde el transporte público es insuficiente o inexistente, el coche sigue siendo esencial. En mi caso, adquirí mi primer coche precisamente para poder ir a trabajar a un taller (era eso o levantarme dos horas antes para tomar el bus y llegar también dos horas más tarde a mi casa). Pero ahora ese coche, el económico, está penalizado por las etiquetas ambientales, por los impuestos que se plantean al combustible y por la incertidumbre sobre qué se podrá conducir mañana. Los conductores no piden milagros, con que se incentive el cambio sin castigar al que no puede permitírselo, sirve.

No se trata de estar a favor o en contra del coche eléctrico, sino de diseñar un modelo de transición justa. Si la electrificación solo beneficia a quien vive en un chalet con garaje, el resto seguirá subiendo las escaleras con bolsas del súper y bajando a la calle a arrancar un coche viejo que, pese a todo, sigue siendo su única manera de llegar al trabajo para, como colofón, llevarse la alegría de la notificación de la DGT.

Coches eléctricos
Coches eléctricos | EP

Lo que debería pasar

El futuro de la movilidad eléctrica pasa por entender el presente. No basta con imponer fechas ni multas, hace falta ser realistas: más puntos de recarga en la vía pública, ayudas directas sin burocracia, facilidades para las comunidades de vecinos y, sobre todo, precios razonables. Si no se corrige esa desigualdad de base, la electrificación acabará siendo una moda para pocos y un problema para muchos.

No se pretende sabotear la transición ecológica, sino devolverla a tierra firme. No es una crítica vacía, sino una llamada al sentido común: porque mientras las instituciones hablan de sostenibilidad, la gente sigue buscando cómo pagar el alquiler, llenar el depósito y aparcar sin multa sorpresa. Hasta que eso cambie, el coche eléctrico seguirá siendo más un símbolo de estatus que una alternativa real.

Porque, volviendo a la pregunta inicial, ¿cómo va a tener un coche eléctrico quien vive en un quinto sin ascensor? Esa es la pregunta que debería hacerse Europa antes de seguir legislando desde el ascensor panorámico de Bruselas.

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