¿QUÉ ES UN COCHE FEO?

El arte de diseñar coches feos: ¿error o estrategia?

Un coche feo no es simplemente uno que no te comprarías. Es ese al que ni con veinte años y un carnet recién sacado le dabas un paseo por tu barrio. Feo es el que te hace cruzar de acera si lo ves venir, y no hablamos solo del Fiat Multipla, sino de cualquier criatura con proporciones raras, mirada bizca (faros descolocados) y culo sin terminar.

Pontiac Aztek

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Un coche feo no es simplemente uno que no te comprarías. Es ese al que ni con veinte años y un carnet recién sacado le dabas un paseo por tu barrio. Feo es el que te hace cruzar de acera si lo ves venir, y no hablamos solo del Fiat Multipla, sino de cualquier criatura con proporciones raras, mirada bizca (faros descolocados) y culo sin terminar. La belleza será subjetiva, pero la fealdad automovilística tiene consenso.

Muchas veces, un coche feo lo es porque rompe las normas no escritas del buen gusto: proporciones desequilibradas, parachoques que parecen postizos o líneas que no llevan a ninguna parte. No es que tenga carácter, es que parece diseñado por alguien con una regla rota. Coches como el Pontiac Aztek, el SsangYong Rodius o el Renault Vel Satis no es que envejezcan mal: es que nacieron sin futuro.

Lo curioso es que algunos de estos monstruos venden bien. ¿Cómo puede ser? Porque la fealdad, a veces, va de la mano con la practicidad, el precio o simplemente con la diferencia. Hay gente que quiere destacar, aunque sea para mal, y los fabricantes lo saben.

Ford Scorpio MK2
Ford Scorpio MK2 | Ford

¿De verdad no se dieron cuenta al diseñarlo?

Es tentador pensar que en una sala llena de diseñadores, nadie dijo: “Oye, esto igual es un poco feo, ¿no?”. Pero claro que lo pensaron. Lo que pasa es que, entre directivos que meten mano, normas de seguridad, costes de producción y deadlines de locura, muchas veces el diseño se va al garete. El caso del Ford Scorpio Mk2 es paradigmático: nació elegante en bocetos, y acabó pareciendo un sapo cabreado.

Los diseñadores viven sabiendo que su creación puede verse estropeada por el departamento de marketing o por ingeniería. No es que no lo vean, es que no siempre pueden hacer algo. Hay prioridades que pesan más que la estética, y cuando hay que meter un motor grande, cinco estrellas Euro NCAP y maletero de 600 litros en una carrocería compacta, el resultado no va a ganar un concurso de belleza.

A veces, incluso, se apuesta por un diseño polarizante para ver si cuela. Un “mejor que hablen mal a que no hablen” aplicado a cuatro ruedas, y el mundo del coche es bastante más cobarde de lo que parece. Pocas marcas tienen lo que hay que tener para lanzar algo realmente distinto sabiendo que van a llover chistes.

Chrysler PT Cruiser
Chrysler PT Cruiser | Chrysler

¿Lo habrán hecho adrede?

Aquí entra la parte jugosa: ¿y si ese diseño feo fue intencionado? El ejemplo más reciente es el Tesla Cybertruck. No se puede ser tan rompedor sin querer. Eso no es un descuido, eso es una declaración de guerra estética. A Elon Musk le importaba un bledo que pareciera un tanque diseñado por un niño con una regla y papel de aluminio. Quería que hablasen de él, y vaya si lo consiguió.

Otros, como el Subaru 360 o el Volkswagen Type 181, asumieron su rareza desde el principio. No estaban para gustar, estaban para servir. Funcionalidad militar, dimensiones ridículas o costes de risa: todo eso venía antes del diseño, y al público le entraron por lo práctico, no por lo bonito. El feísmo deliberado, bien usado, es una herramienta de marketing.

Claro que también están los casos tristes: modelos que querían ser otra cosa y salieron feos sin querer, como el Edsel o el PT Cruiser. La diferencia está en la intención. Si sabes que es feo y te da igual, eres valiente. Si te creías elegante y resultas ridículo, lo tuyo fue un accidente.

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