España se tiñe de un azul intenso, y sin apenas destellos rojos. La derecha liderada por el Partido Popular ha arrasado, sin matices, en las elecciones autonómicas y municipales del 28M, probable antesala de lo que podría ocurrir en los comicios generales de julio. Los populares no solo han triunfado en sus bastiones históricos; también han impulsado mayorías absolutas y han recuperado terreno en comunidades y municipios gobernados hasta la fecha por una izquierda que sale muy tocada de esta jornada electoral y con una necesidad inmediata: la de repensar sus estrategias y uniones políticas de cara a evitar un descalabro completo a finales de año.

Así lo reflejan los resultados de unos comicios que desde el principio se han interpretado como determinantes para entender cómo y cuánto puede cambiar el país en tan solo unos meses. En Génova son plenamente conscientes de ello, y por eso todo han sido sonrisas, besos, abrazos y muchos aplausos cuando se han empezado a conocer los datos de las primeras encuestas a pie de urna. Datos que ya anticipaban que no iba a ser una noche más para la formación deAlberto Núñez Feijóo. Los resultados oficiales que han llegado poco después han acabado por dar el mazazo definitivo, empezando por Madrid: Ayuso y Almeida han logrado la mayoría absoluta en la ciudad y la comunidad.

El tándem más letal del PP ha cumplido con creces el doble objetivo marcado: por un lado, alejar todavía más las posibilidades de victoria del bloque progresista -al menos, en el caso de Almeida, porque la victoria de Ayuso se advertía desde hacía meses-; por otro, evitar con sus números que la extrema derecha pudiera ser clave a la hora de constituir ambos gobiernos. Así, Vox no pintará nada en los renovados ejecutivos populares de la región madrileña. "Lo que pasa en Madrid resuena en toda España", han sentenciado Ayuso y Almeida ante una masa de simpatizantes enfervorecida a la que han asegurado que "hoy ha empezado la derogación del 'sanchismo'". "Ha ganado la centralidad frente al radicalismo", ha apuntado Feijóo, a quien ya han clamado al grito de "presidente".

Pero no solo corresponde a los candidatos madrileños la abrumadora victoria del PP, que se extiende a lo ancho y largo del mapa nacional. No en vano, nueve de las 14 autonomías se las llevan ellos. En Andalucía se ha notado el 'efecto Juanma Moreno', logrando imponerse en las ocho capitales de provincia -alcanzan la mayoría absoluta en las alcaldías de Málaga, Cádiz y Granada, y arrebatan Sevilla al PSOE-; también en la Comunidad Valenciana, Extremadura, Canarias, Balearesy Aragón, aunque en estos territorios necesitarán entenderse con Vox. Porque sí, la extrema derecha se ha convertido en la otra gran triunfadora de esta noche electoral, y gracias al PP: no solo ha visto crecer sus apoyos arrancándole votos decisivos a los de Feijóo, sino también sus opciones de ser decisiva en la conformación de numerosos ejecutivos. Este 28 de mayo les ha servido para confirmar su expansión por todo el territorio.

A la vista de los resultados, todo apunta a que la fórmula de la coalición aplicada en Castilla y León -que ciertamente ha provocado múltiples quebraderos de cabeza al PP- se va a repetir en otros puntos. Es la única opción que tendría el PP para no ceder al bloque progresista las administraciones ganadas, dado que la opción de Ciudadanos desaparece. Irónicamente, el enésimo batacazo electoral de la formación naranja, que no consigue entrar ni en Madrid -Villacís parecía ser el único as de la manga de un partido prácticamente extinto- ha resultado ser el gran consuelo del PSOE, que cree que el avance del PP se debe más a la absorción de votantes de Ciudadanos que a un aumento real de los simpatizantes.

El PSOE se desinfla, la izquierda tiembla

La realidad es que poco o ningún alivio pueden encontrar en este 28M los socialistas y el resto de formaciones que componen la izquierda del tablero político, y no solo por perder terreno importante ante los conservadores. Es que, además, los datos evidencian la debilitación de un bloque que llegará tiritando a las generales y sin visos de dar con una estrategia fuerte que frene la ola azul que inunda el país. El golpe mortal se ha asestado en la Comunidad Valenciana, experimento en el que partidos y electorado progresista depositaban su fe ante los buenos resultados que había cosechado la coalición PSOE-Compromís. Ahora, se pone fin al conocido 'Pacto del Botànic' frente a la suma PP-Vox.

La de la Comunidad Valenciana no ha sido la única catástrofe de este 28M para la izquierda. El PSOE no ha logrado retener tampoco sus feudos históricos. Tales han sido los casos de Extremadura y Aragón. Ni siquiera Guillermo Fernández-Vara y Javier Lambán han logrado hacer frente a la ofensiva popular -y eso que el primero sí ha conseguido al menos ganar en su territorio-. Solo Castilla-La Mancha, donde García-Page ha logrado salvar los muebles por la mínima, Vigo, con unanueva mayoría absoluta de Abel Caballero, y Asturias, donde los números de PSOE, IU y Podemos sí permiten conformar un gobierno, han definido las únicas alegrías del socialismo frente al torrente popular.

El papel del 'espacio del cambio' ha pasado de ser decisivo en la conformación de gobiernos de calado a ser puramente residual

Un torrente que, por cierto, se ha llevado por delante hasta a un candidato mítico en la política regional como lo es Miguel Ángel Revilla, que dejará de ser presidente de Cantabria tras la victoria de María José Sáenz de Buruaga -aunque también en este caso se deberá tender la mano a otro partido para completar esta investidura popular-. Pero esta derrota no solo lleva el nombre del PSOE. Si lo sufrido por los socialistas en esta noche electoral se puede calificar como 'debacle', más difícil aún es describir la posición en la que queda el espacio del cambio tras este 28M. A día de hoy, y a tenor de sus resultados, parece que ya no queda nada de aquel terremoto político surgido del 15M y las mareas sociales.

El papel de Podemos y las marcas que conforman lo que en algún momento fue la 'nueva política' ha pasado de ser decisivo en la conformación de gobiernos de calado a ser puramente residual. A la formación morada le ha pasado factura la división y las escisiones registradas por todo el país, pero también la pérdida de confianza que ha quedado demostrada en la mayoría de comunidades y municipios donde concurrían. Tampoco los otros partidos del bloque a la izquierda del PSOE han salido mejor parados. Más Madrid se ha hundido en la capital pese alograr la segunda posición, y aunque ha mejorado sus resultados en las elecciones a la Asamblea de Madrid nada han podido hacer contra Ayuso. Qué de decir de Compromís, a tenor de lo anteriormente señalado.

Aunque menor, también ha sido duro el varapalo que ha sufrido uno de los tótems de la izquierda. Ada Colau, hasta ahora alcaldesa de Barcelona, no ha podido regalar el mínimo halo de esperanza que recorría ese espacio del cambio. La candidata de Barcelona en Comú ha quedado en tercera posición en unos comicios barceloneses que se han llevado Xavier Trias y Junts per Catalunya y en los que entra por primera vez Vox. Pero Colau sí puede resultar decisiva en la conformación de gobierno en la Ciudad Condal. Al menos, los números del PSOE de Jaume Collboni, en segunda posición, y los de Barcelona en Comú dan para otros cuatro años más de gobierno progresista. Conocidos los resultados, todas las miradas de este bloque del cambio se posan en Yolanda Díaz. Sobre los hombros de la vicepresidenta, ministra de Trabajo y líder de Sumarse coloca la mastodóntica tarea de guiar a la izquierda hacia un éxito que pare los pies a un temible PP.