"Sueña con ambición, lidera con convicción". Más allá de un lema político o un eslogan de campaña, estas palabras después de proclamarse vicepresidenta de los Estados Unidos me resuenan muy adentro. Me golpean en el pecho y me emocionan de una manera que me resulta hasta difícil de expresar.

Necesitamos más de esto. Necesitamos mensajes que nos empoderen, que nos hagan creer que es posible, que nos despierten de nuestro letargo y de nuestra invisibilidad, que nos saquen de ese lugar donde se han acostumbrado a tenernos bien calladas, sobreviviendo como podemos, más en tiempos de pandemia.

Necesitamos que nos eduquen con mensajes como este, cuando somos niñas, cuando llega la adolescencia y llegan las inseguridades, cuando estudiamos y nos creemos aun iguales, pero no encontramos referentes, cuando comenzamos a trabajar y nos acecha el síndrome de la impostora, cuando no somos capaces de presentarnos a una promoción o cuando, por desgracia, renunciamos al ser madres.

Si las mujeres soñamos con ambición y lideramos con convicción seremos la VERDADERA REVOLUCIÓN de una sociedad que nos aparta, que nos empuja a renunciar y nos aleja de nuestras metas, poniéndonos tantos obstáculos que salvar, que a veces la única solución es la renuncia y es más fácil rendirse. Porque seguir adelante, luchar sin armas, ascender pidiendo perdón y liderar con empatía cansa mucho. A las mujeres que no queremos renunciar nos miran de reojo, nos llaman egoístas, nos esconden, nos piden paciencia, nos piden tanto que acabamos agotadas, incomprendidas y SOLAS.

Pero ahora está ella. Y con ella la esperanza de que vengan muchas más. De que las mujeres lideremos, nos sentemos por fin a la mesa, para decidir, para llevar nuestros derechos a la agenda política y social, para tomar parte de cada paso y sobre todo para decir: "aquí estamos, donde tenemos que estar y de donde no nos vamos a mover".

Gracias Kamala.