El pasado 10 de septiembre saltaba la noticia paralizaban los ensayos clínicos de la vacuna de Oxford frente a la COVID-19 por encontrar un posible efecto adverso grave en uno de los voluntarios.

Como suele ocurrir en estos casos, el aluvión de noticias no se hizo esperar y saltaron todas las alarmas. Fuimos testigos de una cadena de titulares que desanimaban al más optimista y que, además, he de decir que no hacían justicia a lo que en realidad es la ciencia. También es verdad que nos encontramos ante un hecho histórico e insólito: el mundo entero buscando la tan ansiada vacuna.

Tenemos que entender que así es como funciona el método científico.

Tenemos que entender que los ensayos clínicos se realizan justamente para esto, para detectar posibles problemas y para garantizar la seguridad y la eficacia de la vacuna.

Tenemos que entender que esto en realidad es una buena noticia ya que nos demuestra que los ensayos funcionan y su transparencia también.

Que lo importante en el desarrollo de una vacuna no es tanto el tiempo sino la seguridad y la eficacia y que en eso no podemos escatimar.

Cuando esto sucede, normalmente un organismo independiente estudia el caso y valora si esa reacción adversa se ha provocado por la vacuna en cuestión o no. Es decir, se determina si hay causalidad o ha sido casualidad, que no es lo mismo.

Es más, lo primero es saber si a ese paciente se le ha llegado a administrar la vacuna en cuestión ya que este tipo de estudios son doble ciego.

¿Qué quiere decir esto?

Que se seleccionan dos grupos de personas, a uno de los grupos se le administrará la vacuna y al otro grupo se administrará un placebo. Ni los pacientes ni siquiera los investigadores saben a quién se le administra qué compuesto. Por eso se llaman doble ciego.

Así que, por favor, tengamos paciencia que esto que ha ocurrido entra dentro de lo que suele ocurrir en el desarrollo de infinidad de fármacos y vacunas que salen al mercado.

De hecho, tres días después de todo el revuelo generado se anunció que el laboratorio reanudaba los ensayos.

Si esto vuelve a ocurrir, que no cunda el pánico. Una vez más se paralizará y se investigará qué ha podido suceder. Si finalmente se demuestra que no ha tenido nada que ver, se continuará con los ensayos y si por el contrario se alberga la más mínima duda, necesariamente no se podrá continuar por el mismo camino. Así es la ciencia.

Es importante que entendamos que la fecha de salida de una vacuna no la marca el calendario político, sino que la marca el ritmo científico.

¿Y cuáles son los puntos clave y determinantes en el desarrollo de las vacunas?

La seguridad y la eficacia.

Así que vamos a dejar trabajar tranquilos a los científicos que las prisas (de algunos medios, de algunos políticos y de los “opinólogos”) nunca son buenas consejeras.

Seguridad y eficacia. Nos lleve el tiempo que nos lleve.

Así que hasta entonces toca cuidarse.

Un abrazo inmenso a todos y mucho ánimo.