En 1976 se celebra, por primera vez de manera legal, la Diada de Cataluña desde el final de la Guerra Civil. Un millón de personas pisaron la calle por entonces. Y en primera fila, con traje azul-celeste, estaba Jordi Pujol.

Tenía 46 años, y era secretario general de Convergència Democrática de Catalunya. Es en ese momento cuando decide dedicarse plenamente a la política, abandonando su profesión de banquero.

A Pujol le va tan bien en este terreno que, en 1980, es elegido president de la Generalitat. Con un mensaje claro respecto a la autodeterminación: "siempre dentro del marco de la Constitución española". Su popularidad ascendía incluso en los ambientes conservadores.

En 1985, el diario ABC le nombra ‘español del año’. El patriarca de los Pujol no deja de acudir fielmente a su cita anual con la Diada.

Pujol se convertía así en el hombre clave en la coalición de los gobiernos de España de izquierdas y de derechas. Precisamente, 1996, su relación con Aznar le cuesta un tremendo abucheo en Barcelona el día de la Diada. Con el tiempo, esta celebración va tomando un cariz más independentista, y con ello, su familia.

Hasta el punto de que el hijo de Jordi y portavoz de CiU, Oriol Pujol Ferrusola, se declara abiertamente independentista. Mientras, su padre continúa manteniendo que es necesario el puente entre Cataluña y España.

Sin embargo, llega 2011, año clave para la política catalana cuando una sentencia del estatut del Tribunal Constitucional se posiciona a favor de que la Constitución no conoce otra que la nación española.

Es en aquel momento cuando Pujol vira radicalmente hacia el independentismo. En 2012, el expresident de la generalitat defiende abiertamente una Cataluña independiente de España y, además, asegura que no hay marcha atrás en el proceso secesionista.

Una postura, la de Pujol, que algunos relacionan con los escándalos de corrupción que le salpican. Así, lo que un día fue marginal para Pujol, hoy es posibilidad de echar la cortina de humo.