Las fotos de su sonrisa junto a su hermano nos cuentan que probablemente Aylan vivía ajeno a todo ese horror. Quizá por eso sus padres decidieron escapar: para que estas sonrisas nunca se borraran.
El sonido de las olas bañando el cadáver de Aylan ha retumbado en Europa como una pesadilla. Los sollozos de su padre han despertado la atención de todo el continente. La gente ha decidido involucrarse, como señalan desde ACNUR: “Ha sido una respuesta muy muy generosa. Ha llamado gente y nos han escrito mails ofreciendo dinero, ofreciendo sus casas. Muestras de solidaridad que nos han sobrepasado, no esperábamos tanta generosidad”. Esa solidaridad es la que está empujando a los gobernantes.
La foto de Aylan ya se ha convertido en un icono del siglo XXI, un icono que, sin embargo, no retrata nada nuevo. Las imágenes del cadáver de otro niño sirio, cuyo nombre no ha trascendido aunque él también intentaba llegar a la isla griega de Kos, también recorrieron el mundo, pero no desataron ninguna ola de solidaridad.
Otra imagen también es previa a la de Aylan: decenas los niños muertos tras un ataque de gas sarín cerca de Damasco, en Siria. Y tampoco pasó nada. ¿Por qué, si llevamos tantos años viendo este horror, no ha habido una reacción tan poderosa hasta ahora? ¿Cuánto tardaremos en olvidar la foto de Aylan?
Ese punto aún no ha llegado. La imagen sigue presente en la vida de los europeos, así que volvemos a mirarla. Las fotografías se emiten por televisión casi a diario. Entonces, ¿por qué esta foto nos ha conmovido como ninguna otra?
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