Un policía corrupto irrumpe en la casa de la bruja, la protagonista de la obra. La persigue, la golpea y queda inconsciente. Entonces, el policía intenta incriminarla. Le coloca el cartel de Gora Alka-ETA y le hace una foto. Es la escenificación de un montaje policial.

Jaime Montero, abogado de uno de los titiriteros, asegura que "no se pretende enaltecer el terrorismo". Defiende, en este sentido, que "es una obra de ficción. Esto implica que lo que dicen los personajes no tiene que ser asumido por los actores".