Una víctima de abusos sexuales en el colegio de los Jesuitas al que fue Gonzo destaca que la primera vez que los sufrió tenía solo "seis o siete años". "Me llevaron a confesarme. Era como una confesión especial, notabas su mano cerca y te hablaba muy suave, al oído, y tú ahí te sentías como si estuvieras hablando con Dios. No sabías si estabas allí cinco o 15 minutos. Te sentías como en éxtasis porque estabas comunicándote con Dios a través del representante de Dios. Para mí en ese momento era maravilloso, porque era amor, era cariño. Era como los besitos o los abrazos que te da tu madre. Yo no veía diferencia. Para mí era muy bonito", reconoce el hombre, quien cuenta que "de adulto, lo bloqueas lo más posible y se queda en tu subconsciente".

"Obviamente el recuerdo lo tienes, el olor del sebo de la nariz del cura, el pantalón gris del cura, y cómo mi mano iba al pantalón. ¿Qué hacía yo tocando el pantalón del cura?", se pregunta, tras lo que subraya que "fueron dos años en los que las confesiones eran así". "Luego empiezo a ir a la capilla a la iglesia y empiezo a hacer las confesiones ahí. Yo no entendía por qué algunos niños iban al despacho del cura y otros al confesionario. ¿Sería que ellos sabían qué niño era más vulnerable o más callado? ¿Y qué pasaba con el niño que iba de excursión, dormía allí, empezaba a extrañar a sus padres y acababa durmiendo en la habitación del sacerdote? Empiezas a cuestionar si eso está bien o mal", expresa.