Además de sus efectos para la salud en general, fumar también es desastroso para la nutrición. Sube la concentración de colesterol, aumenta el gasto energético, aumenta la excreción del calcio y disminuye la vitamina C y el selenio.
Cuando tomamos la decisión de dejar de fumar, el cuerpo gasta menos nutrientes y los asimila mejor, y disminuye las calorías que gastamos. Además, se recupera el olfato y el gusto, con lo que la comida se hace más apetecible.
A las 24 horas de dejar de fumar se recuperan el olfato y el gusto. A los dos o tres días se elimina la nicotina del cuerpo. En ese tiempo, también desaparece el síndrome de abstinencia, el mono físico. En tres meses, mejora la función pulmonar. Y a partir de ahí, al año, el riesgo de padecer una enfermedad cardiovascular se reduce en un 50% y a los 10 años en un 30% y 50% el riesgo de sufrir cáncer de plumón y de vejiga.
¿Cómo nos ayuda la alimentación para dejar de fumar?
Si no cuidamos la alimentación, podemos ganar de tres a cuatro kilos de peso al dejar de fumar.
Se recomienda aumentar la cantidad de frutas y verduras porque disminuyen la dependencia de la nicotina. Los lácteos empeoran el sabor del tabaco y para controlar la ansiedad, los panes integrales, las legumbres o la avena ayudan. Evitar las carnes, el café y el alcohol, que realzan el sabor del cigarrillo haciendo más atractivo el fumar.
Además, los fumadores deben incluir vitamina C en su dieta, por su poder antioxidante. También es importante potenciar la vitamina B1 y el selenio.
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