Pilar Garrido se crio en Masalavés, un pequeño municipio valenciano de apenas 1.700 habitantes. "Aquí nos conocemos todos, esto es prácticamente una familia", asegura una vecina. Fue en su etapa universitaria, mientras estudiaba periodismo, cuando conoció a Jorge, un joven mexicano con el que comenzó una relación que terminaría en matrimonio. Juntos recorrieron México, Cancún, Riviera Maya, hasta que con tanto ir y venir, en 2014, decidieron establecerse allí.
Pilar apartó su carrera como periodista y se centró en la casa. Vivían de lo que Jorge ganaba dando clases de justicia y seguridad en Ciudad Victoria, el sitio que eligieron para construir su hogar. Capital de Tamaulipas, un estado peligroso, zona de luchas entre cárteles, y en el que los secuestros están a la orden del día. Sin perder nunca el contacto, en su pueblo natal dejó a sus padres y su hermana.
En 2015 les dio la gran noticia de sus vidas, Pilar iba a aumentar la familia, se había quedado embarazada. Un bebé que tenía 13 meses en el momento de la desaparición y del que siempre presumía en su cuenta de Facebook.