Mònica Borrás desapareció el 7 de agosto de 2018, y fue su expareja quien dio el aviso, alegando que habían discutido, ella se había marchado y no la había vuelto a ver. Diez meses después, los Mossos procedieron a su detención y tras 48 horas de registros en la vivienda que ambos compartían, han logrado desenterrar el cadáver.

Él ha confesado el crimen en el momento en el que los agentes empezaron a cavar en su jardín. Beatriz de Vicente, abogada y criminóloga, explica que, lo normal, es que la materia orgánica blanda del cuerpo de Borràs haya desaparecido por los materiales que se usaron para cubrir el cadáver, que podrían haber provocado la acidificación.

Aún así, todavía existe la posibilidad de averiguar las causas de la muerte a través de los restos óseos del cuerpo: "Se verá si hay señales de cuchillo, si hay huesos rotos porque se ha producido estrangulamiento...".

Además, De Vicente explica cómo es el perfil del presunto asesino: "Tiene el ánimo frío y falta de empatía". El detenido muestra un "control máximo del cuerpo", porque "sabe dónde está en todo momento: 'La tengo enterrada, sé dónde está y nadie va a acceder a ella porque la tengo cerca'", explica la abogada.