Jordi Évole ha sido galardonado con un premio Ondas por el tratamiento informativo del accidente del metro de Valencia. Un premio que le hace especial ilusión al presentador por “la asociación de víctimas del metro de Valencia. Ya que si ellas no hubiesen persistido en el empeño de manifestarse cada tres de cada mes estos últimos siete años de olvido, nunca hubiéramos hecho ese programa, ya que el tema se hubiera enterrado”.
El programa de Salvados, ‘Los olvidados’, consiguió que se reabriera el caso del accidente del Metro de Valencia para investigar si hubo falso testimonio en la comisión del accidente. Durante el programa, se abordó por la calle a Juan Cotino, presidente de Les Corts Valencianes, ya que no aceptó hablar para el programa, una metodología que, según Évole, se usaba antes en el programa pero que “ahora prefiero que la gente se siente en el programa y converse”. Al negarse Cotino a hablar, Évole consideró que era insuficiente decir que Cotino no quería hablar. Por ese motivo, el programa iue en su búsqueda y demostró al espectador “que realmente no quería hablar y fue un silencio para nosotros y los espectadores que se habían ido indignando”.
La técnica del abordaje quedó atrás. Ahora Évole se siente, conversa, pregunta y repregunta. Y hay un momento de Salvados que Jordi Évole recuerda como un regalo, la entrevista a Ramón Sampedro. “Y es que cuando se van los jefes de la tribu, hay que recordarlos de tanto en tanto. Esta entrevista me la tendría que poner cada quince días” dice un Évole emocionado.
Un Évole que, junto a su equipo, sigue trabajando semana a semana. Y este domingo abordan el blanqueo de dinero con una entrevista a Hervé Falciani que sacó del banco HSBC la mayor lista de la historia de titulares de cuentas en Suiza. “Falciani es un personaje con cierta trascendencia internacional que tuvo que irse de Suiza tras llevarse unos documentos de HSBC. También hablamos con otro señor que estuvo en un paraíso fiscal trabajando para un banco suizo y que lo pasó muy mal por enfrentarse a ese poder establecido”.
Estos hombres son para Évole una especie de Robin Hood ya que “a pesar de llevar una vida relativamente cómoda, se les cruza la cabeza, y dicen basta y denuncian la prácticas de su banco. Y por suerte de esas personas, tenemos acceso a la información que sino no tendríamos”.