María pasaba momentos muy difíciles cuando decidió abrirse una cuenta en una red social para conocer gente. Se fijó en un hombre que decía llamarse Bruno y trabajar como ingeniero en Francia, se ilusionó con él y resultó ser un estafador del amor.

"Estaba con mi hijo, pero me sentía muy sola [...] él tenía muchas fotos, pensé que era guapo y me fijé más en el físico que en lo que me decía", explica.

Sus conversaciones se alargaban día y noche hasta que le pidió dinero: "Después de un mes me dijo que se iba un par de meses a Costa de Marfil y al cabo de pocas horas me indicó que había llegado, que iba a dormir a un hotel y que tenía la tarjeta bloqueada".

Entonces comenzó la estafa: "Me pidió 30 euros, era al principio y pensé que el pobre hombre iba a dormir en la calle".

Sin embargo, las peticiones del supuesto amante no tenían fin: "Me pidió una tarjeta porque no tenía Internet, luego me dijo que no tenía para comer".

No obstante, pasaban los meses y no llegaban a verse, ni por videollamada. "Le preguntaba por qué no venía y me ponía excusas", revela María.

Su amor era tal que María llegó a hacerle una transferencia para pagar hasta el billete de vuelta a España, pero nunca llegó. "Estaba en el aeropuerto, recibí un mensaje de que no iba a llegar porque no le habían dejado subir al avión al haber dado positivo en COVID", lamenta María.

Le llegó a pagar hasta 5.000 euros, hasta que María dijo basta. "Me pidió dinero y le contestó que no tenía más. Había vendido el coche y ya no tenía más. Me respondió que robara"

Entonces, comenzó un acoso de varias semanas por teléfono y correo electrónico hasta que finalmente desapareció de su vida. "Me puse la aplicación y volvió a salir él con otro nombre y con otra edad. Ponía que vivía a 40 kilómetros", recuerda María.

"En ese momento necesitaba alguien me escuchara y me agarré a un hierro ardiente, echando la vista atrás, pienso cómo pude estar engañada tanto tiempo", zanja.