La renuncia de Yolanda Díaz al liderazgo de Sumar ha dejado a la coalición en una situación comprometida y ha vuelto a poner sobre la mesa la problemática del hiperliderazgo. Este término, que ha sido recurrente en formaciones como Ciudadanos, Podemos, y en los primeros días del liderazgo de Pedro Sánchez en el PSOE, resurge con fuerza en el contexto político actual.
El hiperliderazgo no es un concepto nuevo, pero ha cobrado relevancia con la irrupción de la nueva política. Este modelo innovador trasciende a los partidos tradicionales, girando alrededor de un líder carismático que centraliza el poder y las decisiones. La falta de oposición interna y el control absoluto de los nombramientos y mensajes, facilitados por una intensa exposición mediática, convierten al líder en el principal foco de atracción del electorado. Sin embargo, este sistema presenta graves riesgos: la salida del líder, como en el caso de Yolanda Díaz, suele dejar al partido debilitado y sin rumbo claro.
El hiperliderazgo es una espada de doble filo. Aunque puede potenciar a formaciones débiles, al proporcionarles un punto de proyección fuerte, también las hace extremadamente dependientes de su figura central. Este modelo dificulta la estabilización de una estructura orgánica sólida, ya que el líder no suele delegar en un equipo robusto que pueda respaldarlo en caso de fracaso electoral. Además, estas formaciones tienden a cambiar frecuentemente de siglas para adaptarse a nuevas alianzas, lo que genera confusión y complica la consolidación de su marca.
Las campañas electorales cada vez más duras suponen un mayor desgaste para estos líderes. El exlíder del Parido Popular Pablo Casado, por ejemplo, sufrió un notable desgaste tras dos contiendas electorales en 2019, a pesar de haber sido elegido en primarias y conformar su equipo a su gusto.
La sucesión en el liderazgo también es problemática, como se observó con la caída de Ciudadanos tras Albert Rivera y con la desintegración de UPyD tras Rosa Díez. Actualmente, el PSOE enfrenta un desafío similar con la gestión del liderazgo tras los cinco días de reflexión Pedro Sánchez.
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Históricamente, los hiperliderazgos han funcionado en contextos distintos. En Reino Unido, figuras como Winston Churchill y Margaret Thatcher personificaron este modelo. Churchill, con su energía, honestidad y convicción, y Thatcher, con su enfoque decisivo y unipersonal, lograron grandes éxitos. Por otro lado, en Italia, Silvio Berlusconi combinó personalismo y populismo, convirtiendo su rostro en el logo de su partido y estableciendo un modelo político centrado en su figura.
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