En China no nacen niños. O no tantos como antes. Sus nacimientos por cada mil habitantes se desploman. En los años 60 la tasa de natalidad estaba en 21 hijos por cada mil habitantes. Creció toda esa década hasta el 43. En los años 70 desciende y se estabiliza en torno a los 23 hijos por cada 1.000 habitantes. Y a partir de los años 80, baja hasta los nueve nacimientos en 2020. Una de las tasas más bajas del mundo. España, un país con problemas de natalidad, tiene siete nacimientos por cada 1.000 habitantes. Con tan escasos nacimientos y con el número de muertes que han tenido en el último año, China acabó 2022 perdiendo población. Por primera vez desde 1960, China no tiene más habitantes. Tiene 850.000 menos. De seguir así, en unos años el país más poblado de la tierra podría no ser ya China, sino la India. Tiene el doble de natalidad que China y les separan solo cuatro millones de personas. China tiene 1.412 millones de habitantes y la India está en 1.408.

Las autoridades chinas han analizado estos datos y han concluido que tienen un problema y no tanto porque haya menos población. El problema es que al nacer menos niños, la población se envejece. De seguir así, China sería el primer país en envejecerse sin ser considerado plenamente un país rico. Y tendría el mismo problema que cualquier país envejecido. Más ancianos implica más gasto en cuidados y en pensiones. Menos jóvenes implica menos innovación y menos mano de obra. Y China vive de esto último.

¿Cuál es el origen de esta situación? La política de un solo hijo. En los años 70, las autoridades chinas creyeron que un crecimiento excesivo de la población supondría una dificultad para el crecimiento del país. Obligaron a que sólo hubiera un hijo. Más laxos en el campo que en las ciudades, más suaves con minorías étnicas que con la etnia china, por la propia voluntad de las parejas o por abortos y esterilizaciones obligadas pero al final, se calcula que 400 millones de chinos no nacieron por la obligación de tener un solo hijo.

Esa medida ya ha desaparecido. En 2016 dejaron que tuvieran dos. En 2021 que tuvieran tres. Se prevé que en breve dejen que la gente tenga los hijos que quiera. Pero ahora ya el impedimento para tener hijos no es la ley. Ahora es la gente la que no quiere tener hijos. En cuanto las sociedades ganan en economía y cultura el número de hijos baja. En unos lugares bajará más y en otros menos. Podrá ser porque la gente quiere darles más, porque la gente quiere vivir más, porque la vida se encarece resulta difícil conciliar o porque las mujeres deben conjugar su maternidad con la profesión.

Lo cierto es que están tomando medidas para incentivar la natalidad. Los gobiernos locales están aprobando medidas para ayudar en alquiler, para mejorar la adaptación de la jornada laboral. Y luego hay otras más propias de la mentalidad del país: allí hay que llevar a los niños a clases privadas para que sean los mejores y esas clases son muy caras, así que se están controlando los precios. Además, ser madre soltera está mal visto, el niño no tiene la misma protección y lo están mejorando. También incitan a los varones a que donen esperma.

Tienen un problema para que resulten efectivas: el machismo. Con la política del hijo único, muchas familias solo querían a chicos, no a las chicas. Así que cuando nacía una la mataban, la daban en adopción o abortaban al saber el sexo. Como consecuencia, ahora hay más hombres en China que mujeres.