La región colombiana de Antioquía está harta de los 'narco-hipopótamos'. La herencia de Pablo Escobar persigue al país hasta estos extremos. 30 años después de la muerte del narco, los animales del zoo personal que se empeñó en montar en su tierra complican el día a día de la región.

Escobar compró y llevó a Colombia jirafas, elefantes, antílopes y cuatro hipopótamos que hoy se han convertido en 140. Viven descontrolados y provocan accidentes. El último ha sido un atropello en la autopista entre Bogotá y Medellín. El hipopótamo falleció tras la embestida del vehículo. Pero no es un caso aislado.

Los hipopótamos son el cuarto animal terrestre más grande del mundo y uno de los más peligrosos. El Ministerio de Medio Ambiente colombiano los ha nombrado especie invasora. Si Pablo Escobar no hubiese traído esos hipopótamos a Colombia, actualmente no tendrían ese problema.

Escobar soñaba con tener un pedazo de África en su casa, la hacienda Nápoles, una finca de 3.000 hectáreas. Para cumplir el sueño del narco, sus hombres trajeron 1.500 animales desde un zoocriadero de Texas. Llenaron un avión de animales exóticos y los introdujeron en Colombia de manera ilegal.

Mientras Pablo Escobar estuvo vivo, hasta el año 1993, los animales estuvieron controlados en su hacienda. Pero cuando murió, el Gobierno colombiano tomó una decisión errónea, se llevó a todos los animales salvo a los hipopótamos. Pensaron que se morirían de hambre, pero ha ocurrido todo lo contario. En la cuenca del Río Magdalena han encontrado un hábitat perfecto para vivir. En los márgenes del río tienen comida. Son animales herbívoros y comen 50 kilos de hierva al día. Y sobre todo, no tienen a ningún depredador cerca. Estos animales viven unos 40 años. Y se reproducen con rapidez.

Esas son las claves de la explosión de natalidad que ha provocado que los hipopótamos se hayan transformado en 140. Según los expertos, si no se actúa rápido, en 2039, habrá más de 1.000 hipopótamos libres en Colombia.

Los 'hipopótamos de la coca', como se les conoce popularmente, provocan accidentes, atacan a vecinos y contaminan las aguas de los ríos. Por eso desde hace años se busca un solución, pero no está siendo fácil. Primero se pensó en sacrificarlos. Uno de los primeros en morir fue Pepe. El Gobierno decretó la muerte forzosa de este animal y dos ejecutivos alemanes inscritos en la Federación de Caza colombiana se ofrecieron voluntarios para terminar con él. La imagen de Pepe sin vida removió la conciencia de los colombianos y el plan de matar a los hipopótamos terminó en ese momento.

Se optó por medios más civilizados, como la esterilización. Con dardos disparados con un rifle han intentado esterilizarlos. Pero el proceso es largo, hay que darles tres dosis, y no resulta fácil saber a quien se ha vacunado y a quién no. Eso unido al alto precio de las dosis, han hecho que el proyecto fracasase. Solo 13 han sido esterilizados.

Y así nos hemos plantado en 2023. La población de hipopótamos sigue creciendo incontroladamente. Y ahora solo se ve una solución: enviarlos al extranjero. La India se ha comprometido a acoger 60 en un centro de protección animal. Y en México, también están listos para recibir diez en el Santuario de Ostok. Las obras ya han comenzado. De momento ya tienen un ejemplar de hipopótamo. Y pronto se unirán los otros restantes desde Colombia. Esto hará que se reduzca el número de hipopótamos. Pero el problema seguirá existiendo porque aún quedaría la mitad de ellos en el país latinoamericano.