Hace 30 años
Cuando el mundo miró para otro lado: el genocidio de Srebrenica y la inacción internacional que dejó morir a más de 8.000 personas
¿Qué pasó? En solo tres días de julio de 1995, 8.372 musulmanes fueron separados de sus familias, ejecutados por el ejército serbobosnio y enterrados en fosas comunes, mientras los cascos azules de la ONU no intervinieron para detener el genocidio.

El 11 de julio de 1995 empezó una de las mayores vergüenzas de nuestra historia reciente: la masacre de Srebrenica. Más de 8.000 hombres y niños musulmanes fueron asesinados por las tropas serbobosnias en solo tres días. En pleno corazón de Europa. Bajo los ojos de Naciones Unidas.
Era plena guerra de Bosnia. El conflicto llevaba tres años dejando un reguero de odio, limpieza étnica y miles de víctimas. Para proteger a la población civil, la ONU había declarado varias zonas "seguras". Una de ellas era Srebrenica. Allí vivían miles de bosnios musulmanes rodeados por fuerzas serbias. Para proteger esa ciudad, la ONU envió 400 cascos azules neerlandeses. Pero no sirvió de nada.
El 6 de julio, las tropas serbobosnias empezaron el asalto. Eran más de 20.000 soldados armados. A los cascos azules les superaban en número, en armas y en voluntad. No lucharon. No ofrecieron resistencia. No defendieron a nadie.
El 11 de julio, Srebrenica cayó. Miles de personas huyeron hacia el cuartel general de la ONU, una antigua fábrica de baterías. Allí pensaban que estarían a salvo. Se equivocaban.
Las tropas serbias rodearon el recinto. Ante las cámaras de televisión, separaron a los hombres de las mujeres y los niños. Dijeron que se reencontrarían más tarde. Fue mentira. A los hombres se los llevaron en autobuses. Por la noche, los fusilaron en masa en colinas, naves industriales o campos abiertos. Algunos fueron enterrados vivos. Otros acabaron en fosas comunes removidas una y otra vez para borrar las pruebas. Y mientras tanto… la ONU no hizo nada. Europa no hizo nada. Nadie hizo nada.
¿Por qué?
Porque no querían enfrentarse a Serbia. Porque no querían enviar más tropas. Porque la ONU, en ese momento, no tenía un mandato claro para usar la fuerza. Porque los cascos azules tenían orden de no disparar salvo en defensa propia. Porque la comunidad internacional prefirió mirar hacia otro lado antes que actuar.
Estados Unidos tardó semanas en reaccionar. Europa condenó la matanza, pero no intervino. Las potencias veían el conflicto como algo lejano, complejo… ajeno. Y los muertos eran "los otros". Mientras tanto, Radovan Karadzic y Ratko Mladić ejecutaban su plan de limpieza étnica sin que nadie los detuviera.
¿Y los soldados de la ONU?
Los neerlandeses que estaban sobre el terreno pidieron refuerzos. Suplicaron apoyo aéreo. Pero la cadena de mando de Naciones Unidas era tan lenta y burocrática que nunca llegó una orden clara. Al final, entregaron a los refugiados a las tropas serbias. Y vieron cómo los separaban, sin intervenir.
Años después, el Gobierno de Países Bajos dimitió al reconocer su responsabilidad. Pero ya era tarde.
¿Qué aprendimos?
En teoría, todo. En la práctica, nada. Hoy, 30 años después, vemos escenas parecidas en Gaza. Miles de civiles muertos. Niños enterrados bajo escombros. Gente asesinada mientras intenta conseguir comida. Y de nuevo, la ONU emitiendo comunicados, pero sin poder real. Gobiernos que condenan, pero no actúan. Un 'déjà' vu atroz.
Srebrenica nos dejó una lección durísima: no basta con "estar ahí" si no estás dispuesto a proteger. Poner un casco azul no salva vidas si ese casco solo puede mirar. La mayor masacre en Europa desde la Segunda Guerra Mundial ocurrió en una ciudad declarada "segura" por Naciones Unidas. Eso lo dice todo.