Arranca el mayor juicio de la historia contra la corrupción en la Santa Sede. Un caso en el que están implicados funcionarios laicos y religiosos y, por primera vez, también a un cardenal.

¿Qué ha pasado exactamente? Según explica el periodista José María Rivero en laSexta Clave, el papa recibe cada año unos donativos específicos que el sumo pontífice adjudica, normalmente destinados a la caridad y a mantener la infraestructura vaticana. El año pasado, la Ciudad del Vaticano recaudó en ese concepto 44 millones de euros y tiene un fondo acumulado de unos 200 millones. Las personas que desde este martes se sientan en el banquillo habrían 'metido la mano' en esos fondos para beneficiarse.

Pero, ¿acaso no hay control sobre el dinero en el Vaticano? Hay gestores y organismos dedicados a ello, pero todos fallaron, porque todos se llevaban algún beneficio: unos traían negocios y se llevaban comisión, otros llevaban negocios a bancos y se llevaban comisión y otros no querían denunciar a cambios de favores. Al final, de facto no había ningún control, algo que ha intentado modificar el papa Francisco, imponiendo que los asesores que recomiendan las inversiones tengan alguna formación y tengan muy bien declarado lo que ganan y lo que no.

El acusado de mayor rango en este caso es el cardenal Giovanni Angelo Becciu, que por sus méritos fue designado para un puesto que le tenía en despacho diario con el propio papa. Este le estimaba tanto que le nombró cardenal y además le dio un ministerio de la iglesia, el que decide a quién se nombra santo. Becciu era muy bien valorado por el papa hasta que este tuvo conocimiento de sus presuntos desmanes. De hecho, Francisco ha modificado las normas de la Iglesia para que los cardenales puedan ser juzgados.

Así, el prelado será procesado, entre otras cosas, por beneficiar a su familia con dinero e influencia: tiene cinco hermanos y a todos los habría beneficiado de alguna manera. A uno de ellos, dueño de una carpintería, le encargó negocios en las embajadas del Vaticano por el mundo, a otro con una cooperativa caritativa le dio dinero que tenía que haber sido para Cáritas y otro hermano le dio dinero de los fondos del Vaticano para montar un negocio de cerveza artesanal. También benefició a sus sobrinas, como Antonella, a quien le dio un puesto en los medios del Vaticano, o a María, a la que le dio dinero para comprarse un piso en Roma.

Pero, además, el cardenal tiene otra 'sobrina' que realmente no lo era: Cecilia Marogna. Aunque Becciu la presentaba ante sus amistades como su sobrina, en realidad no tenían ningún parentesco, sino que, en teoría, era una espía encargada de montar una red del Vaticano por el mundo para solucionar posibles problemas. Así, por ejemplo, si un misionero fuera secuestrado, esa red solventaría el asunto. Sin embargo, aunque recibió cerca de 600.000 euros para ese propósito no consta que Marogna empleara ese dinero para tal fin, pero sí hay constancia de que lo utilizó para comprar en tiendas de lujo como Chanel o Prada.

¿Cómo se destapó toda esta trama? Lo que hizo que el organismo que supervisa las cuentas vaticanas se percatara de que ocurría algo extraño fue un edificio en Londres en el que se podría haber metido dinero por valor de 454 millones. En esta operación se incumplieron todos los controles vaticanos.

¿Quién juzga ahora este caso? El Vaticano es un Estado y tiene, además de tribunales teológicos, tribunales penales y civiles. El encargado de juzgar este caso es un tribunal penal, compuesto por juristas y jueces italianos. En el caso de que alguien resulte finalmente condenado a pena de prisión, además hay cárceles en el Vaticano.