En el Valle de Ricote, en Murcia, se encuentra uno de los regadíos "más bellos de la cuenca del Segura y todo un ejemplo de sostenibilidad", afirma Julia Martínez, directora de la Fundación Nueva Cultura del Agua, mientras pasea con Emilio Doménech por sus puentes y parajes. Este regadío es uno de los pocos que no genera un daño en el medioambiente de la zona, denuncia Martínez.

"Los regadíos intensivos se han ido expandiendo por toda la cuenca y, en lugar de valores ambientales, lo que ocasionan son impactos ambientales", añade. Según explica la bióloga en esta entrega de Gabinete de Crisis, el problema que origina la sequía y la desertificación no es solo que no llueva. "Por mucho que llueva, si consumimos mucha más agua de la que de forma natural se va generando, al final lo que tenemos es un problema de escasez permanente, llueva o no llueva, y eso es lo que tenemos en buena parte de España".

Martínez aporta datos que respaldan su afirmación: "de cada 100 litros de agua que se consume en España, 85 se los bebe el regadío". Los cultivos frutales y exóticos son los que se llevan la mayor parte del agua y entre ellos destaca el aguacate. Esta noticia impacta al periodista. "Son la base de la dieta millenial", lamenta. El aguacate consume 2.000 litros de agua por kilo. Además, como se encuentra en un proceso rápido de expansión, "también está suponiendo otros problemas a otros niveles, de ocupación de hábitats de interés".

Para ella, el escenario actual es el más apocalíptico que se puede imaginar. "No es que no reduzcamos el regadío, es que lo estamos ampliando cada año", advierte. Pero esta expansión no solo se realiza desde la vía legal. También hay muchos de carácter ilegal. "La Confederación Hidrográfica del Segura cuantificó 8.400 hectáreas ilegales solo en el campo de Cartagena. En el conjunto de la región de Murcia, son varias decenas de hectáreas de regadíos ilegales".

Julia Martínez afirma que, de manera legal, no tanta gente se dedica a esta actividad. "La actividad agraria total, incluyendo la de secano y la de regadío no supera el 5 o el 6% del PIB", informa. "Pero es es muchísimo", responde Doménech. "No se trata de acabar con todo el regadío, sino de que esté en consonancia, en primer lugar, con el agua que tenemos y no tenemos, y en segundo lugar, que nos permita afrontar el cambio climático. No podemos dejar que estos ecosistemas y esta biodiversidad desaparezca para seguir exportando tomates, lechugas y fresas".