A 600 kilómetros de Valencia, Calatrava construye un aeropuerto. Lo llaman la Paloma. Es la primera imagen que ven de Bilbao los cinco millones de visitantes anuales. El aeropuerto se inauguró hace 20 años, pero poco después de su puesta en marcha, sobresalieron los primeros desperfectos y críticas. Tuvieron que ponerse pivotes blancos para que los autobuses "no se accidentaran contra el diseño".

Además, cuando llueve hay goteras en el techo. Y no sólo eso: la zona de llegadas del aeropuerto estaba al descubierto, una cuestión que parece que no se tuvo en cuenta al tratarse de una ciudad como Bilbao, donde las lluvias y el frío aprietan con la llegada del otoño. Pero el aeropuerto no ha sido la única creación criticada de Calatrava en el País Vasco.

El puente Zubizuri es otra de las conocidas obras del arquitecto en la ciudad bilbaína con el objetivo de unir las dos orillas. El proyecto lo realiza una promotora inmobiliaria a cambio de la recalificación de unos terrenos al lado del río. Aunque el detalle que todos los bilbaínos recuerdan es el suelo de cristal. Los resbalones hicieron famoso al puente. Desde el consistorio se hacen cargo del mantenimiento de esta construcción.

Pero ¿qué solución se puso al problema del puente? El arquitecto y exalcalde de Bilbao Ibon Areso ha contado a Equipo de Investigación que plantearon al propio Calatrava que diese una solución: "Tampoco nos la dio, y al final tiramos por el camino definitivo y más seguro: hace unos ochos años se probó poner una alfombra".

Según Areso, el Ayuntamiento se ha gastado unos 48.000 euros en la reposición de la alfombra por el desgaste. También el consistorio se ha visto obligado a pagar "de 5.000 a 6.000 euros al año" para reparar las numerosas baldosas del puente que se han roto "por las tensiones que sufre el puente con las dilataciones o con el viento".