Prefieren volver a su país, sobre todo, los británicos, alemanes y colombianos. En menor medida, los de Italia, Marruecos y Rumanía. Y además, a esto hay que unir el envejecimiento. España se queda sin 60.000 jóvenes, mientras que se dispara el número de mayores de 65 años.

Todo esto afecta y mucho a nuestra economía, sobre todo a las pensiones. Descienden los que pagarán esas pensiones y aumentan los que la reciben. No cuadra. Y además, con el bajón de la cifra de extranjeros, baja su efecto positivo. Menos población, menos posibles cotizantes a la seguridad social, menos contribuyentes.

Conclusión. Se tambalea directamente la garantía de se pueda percibir una pensión digna. Porque estos factores, ahora negativos, son clave.