En la antigua Grecia conocemos la historia de un Rey y un campesino. Falaris gobernaba sobre el imperio griego y Perilos era un trabajador del bronce. Falaris vivía como un Rey y Perilos quería un poco de la buena vida también así que le rezó a los dioses y Zeus le contestó.

Falaris siempre estaba buscando formas nuevas y crueles de torturar y matar a sus enemigos. Perilos tenía la respuesta, un toro de bronce dentro del cual podía meterse al enemigo para calentarlo y cocerlo. El vapor de los fluidos corporales de la víctima haría silbar al toro como una tetera.

Las víctimas se metían dentro de la barriga del toro y se prendía fuego debajo de esta y la persona moría de una forma dolorosa y tediosa. Si Perilos lograba vender el toro al Rey podría disfrutar de la buena vida, sin embargo Falaris era conocido por sus reacciones imprevisibles y cuando llegó el momento de probar su enorme olla a presión el Rey no buscó muy lejos a su primera víctima y Perilos fue introducido en el vientre del toro de bronce.

Las brasas ardientes comenzaron a calentar el toro, y lentamente la temperatura en el interior ascendió hasta los achicharrantes 400 grados. A 65 grados Perilos apenas podía respirar y cuando llegó a los 100 grados, el cuerpo de Perilos formado un 70% de agua empezó a hervir y por fin la esquela de su muerte llegó tras un intenso pitido, como el de una tetera.