Una ONG está ayudando a los niños refugiados que viven en Lesbos a superar las experiencias traumáticas que vivieron durante su travesía por el mar mediante clases de natación. El camino que separa Turquía de la isla de Lesbos es de apenas diez kilómetros, pero en esa travesía han aparecido ya miles de cuerpos, sobre todo debido a las embarcaciones que utilizan los refugiados para llegar a la costa. Botes neumáticos endebles y sobrecargados de refugiados que no saben nadar y llenos de personas que en ocasiones no han visto el mar antes de subirse la bote.

La organización voluntaria española ProemAid, que lleva meses ayudando a los refugiados que llegan a las costas de Lesbos, ha puesto en marcha un nuevo proyecto. Unas clases particulares en las playas de la isla, tres veces a la semana, dos horas cada día. Los voluntarios de la organización y un par de traductores se desplazan a Pikpa, un campo de refugiados que acoge a 400 menores en situación de vulnerabilidad. El objetivo de las clases no es tanto el aprender a nadar, sino la reconciliación con el mar, puesto que los menores en su mayoría no viajaron acompañados o perdieron a algún familiar durante el viaje.

"Primero les damos en tierra las latas y los elementos de flotabilidad que tenemos para que los toquen y vean que efectivamente flotan y cuando están preparados los tomamos en brazos, de uno en uno, y nos metemos en la orilla juntos", explica José Antonio Reina, presidente de ProemAid. Las clases duran más de lo normal. Si al miedo que tiene todo niño de por sí al agua, hay que sumarlo los peligrosos viajes que se acumulan en las aguas del Egeo. Según Reina, los niños más pequeños, de entre 5 y 6 años, son los que más miedo tienen a la hora de empezar a nadar por sí solos, "aunque sí que empiezan a soltarnos y a ir ellos solos con los flotadores". Algunos necesitan varias sesiones para entrar en el mar, por lo que se necesita paciencia, y el juego es una parte fundamental.

"A mí, la reacción que me fascina es cuando aparecemos con el coche de la organización. En cuanto nos reconocen empezamos a escuchar muchas voces de niños gritando "España, España". Es muy gratificante", explicó Reina. Aunque tienen la suerte de que el campamento de Pikpa es abierto, estas clases les permiten cambiar de aires y realizar una actividad terapéutica en un entorno que hasta ahora era hostil.

Estas playas históricamente turísticas, ahora se encuentran en la memoria de los menores, llenas de salvavidas, botes hinchables y dramas personales. Una imagen que los voluntarios de ProemAid intentan cambiar mediante juegos. Estos profesionales del salvamento llevan acudiendo a Lesbos en grupos de quince días desde diciembre de 2015, y aunque la situación ha cambiado mucho desde la puesta en marcha del acuerdo de migración entre la Unión Europea y Turquía, sigue habiendo personas que intentan llegar a Europa por esta vía.