Médicos del Mundo alerta de la dramática situación de las víctimas de trata durante el confinamiento. Es el caso de Kassandra, en situación de prostitución; a ella no le ha quedado otro remedio que adaptarse para sobrevivir al estado de alarma.
"Aunque queramos dejar de trabajar, no podemos. Nos arriesgamos a tener multas", explica ocultando su rostro a la cámara. Los clubes de carretera y pisos donde se ejerce la prostitución han cerrado sus puertas por la crisis del COVID-19. "Ellos tienen miedo a salir", añade Kassandra, que se desplaza hasta la casa de los clientes para el servicio.
Para no incumplir el confinamiento también hay quien ofrece videollamadas por Skype. "Hay un cambio de modalidad del trabajo sexual, ahora estamos teletrabajando", apunta Lucía, que reconoce que vive al día. "No tenemos recursos necesarios para sobrevivir en este confinamiento", añade.
"No están generando ingresos y están adquiriendo deudas", denuncia Médicos del Mundo.
Son mujeres que necesitan continuar generando ingresos para no perder su sitio en los prostíbulos. Un sector vulnerable que la cuarentena ha precarizado aún más. "No están generando ingresos para subsistir y además están adquiriendo deudas con los gerentes y los dueños de los pisos", denuncia Erika Chueca, de Médicos del Mundo.
"¿Cómo subsistimos? No tenemos paro. No queremos contagiarnos ni contagiar a nadie. Lo único que podemos hacer es trabajar, porque si no no comemos", afirma Kassandra. Se consideran mujeres invisibles y abandonadas ante la actual situación.
Médicos del Mundo está recibiendo cientos de llamadas demandando alojamiento y comida en estos días. "Nos piden alimentación, productos de higiene básica, dinero para cargar sus teléfonos y seguir manteniendo el contacto con sus familias", añade Erika Chueca, que denuncia una explotación sexual que no se detiene ni en estado de alarma.
"Le habían lavado el cerebro"
De California a Manresa para rescatar a su hermana de una secta: "El cura me agarró y me tiró al suelo"
El contexto Adriana di Gerónimo se enteró de que su hermana estaba recluida en una congregación católica que había recibido denuncias por abusos sexuales. Al recibir la noticia, no dudó en dirigirse a Manresa para ayudarla.