Jonathan Toebbe, un ingeniero de la Armada estadounidense de 42 años, ha intentado violar la seguridad del país utilizando todos los tópicos de un espía de película. Todo empezó en diciembre de 2020, cuando envió un sobre con documentos sobre la Armada de EEUU junto a una nota en la que se podía leer "esto no es ninguna broma".
El FBI consiguió interceptar el sobre, que contenía secretos nucleares e instrucciones para contactar con el informante. Dieron con el responsable estableciendo contacto con él haciéndose pasar por espías extranjeros.
El traidor hizo llegar a los agentes un paquete. Dentro, había lo que parecía un simple sándwich de mantequilla de cacahuete. Pero no lo era: entre rebanada y rebanada, había un pen drive con información reservada. A cambio de 20.000 dólares en criptomonedas, el ingeniero les facilitó la clave para acceder al USB. En un segundo envío, les mandó un paquete de chicles en el que se escondía otro pen drive con más información.
El precio por la contraseña, en esta ocasión, fueron 70.000 dólares otra vez en criptomonedas. Sin embargo, no hubo una tercera entrega. El ingeniero y su mujer fueron detenidos en plena cita con los agentes infiltrados.
Según han indicado los agentes, se trataba de "una pareja normal, en una casa normal", pero con una historia de película por la que ahora se enfrentan a cargos de conspiración y revelación de secretos.
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Con esto, ambos han sido acusados en una denuncia penal que alega violaciones de la Ley de Energía Atómica de Estados Unidos en la que se detalla un "complot" para "transmitir información relacionada con el diseño" de los submarinos, según ha apuntado el fiscal general Merrick Garland.
Con algún 'pero'
La Justicia ratifica que llamar "gilipollas" a un jefe no es motivo de despido
Así lo ha ratificado el Tribunal Superior de Justicia de Madrid (TSJM). Eso sí, enfatiza que el insulto debe ser "concreto y aislado" en un contexto determinado, como el caso de un empleado al que le pidieron que se quedara a una reunión al terminar su turno.