Preguntamos a David, carnicero de barrio, sobre la procedencia de un entrecot por el que nos hemos interesado: "Es de Ávila, criado en Ávila y sacrificado en Ávila", dice.

Pero a la hora de preguntar si el ganado del que procede es de una explotación extensiva, una intensiva o, incluso, una macrogranja... Lo desconoce.

Una campaña en Change.org con más de 60.000 firmas pide ahora a las autoridades que establezcan un etiquetado de la carne que nos comemos, para conocer cómo ha vivido el animal, cuál es su grado de bienestar o si ha generado mucha contaminación.

Cada vez son más los ciudadanos que se preocupan por estas características de la carne que consumimos, pero dicha información no es obligatoria en el etiquetado. Actualmente solo nos ha de decir, obligatoriamente, dónde ha nacido, engordado y sido sacrificada cada pieza. "Yo voy al supermercado y no sé lo que me estoy comiendo y los precios no son muy diferentes", asegura José María Ceballos, el impulsor de esta recogida de firmas para exigirlo al Ministerio de Agricultura, Ganadería y Pesca y al Ministerio de Consumo. "Nos encontramos alimentos de muy baja calidad y pagamos como de calidad alta", asegura, reivindicando la necesidad de saber lo que comemos.

No es ninguna locura: ese etiquetado ya aparece en el sellado de los huevos. La primera cifra nos dice cómo ha sido criado el animal y el cero implica que su producción ha sido ecológica.

Pero esta iniciativa no es sencilla. Lo explica Enrique García, el portavoz de la Organización de Consumidores y Usuarios (OCU): "Habría que determinar qué tipo de ganadería, extensiva o intensiva, habría que definirla, cosa que no es sencilla...".