Elvira Madrid, fundadora y activista de Brigada Callejera en Apoyo a la Mujer 'Elisa Martínez', dice que, según los diagnósticos que han realizado, hay 800.000 personas que ejercen el trabajo sexual en México, de las que 200.000 son menores de edad.

Madrid hizo hincapié en diferenciar la trata de personas del trabajo sexual, que en su mayoría se ejerce por la necesidad económica y no por gusto. "Demostramos que no son víctimas de trata, más bien son víctimas del sistema económico". "Yo he ido a muchas de sus casas (de las trabajadoras sexuales) y son de cartón o de plástico en medio de nada, ¿ahí de qué trabajan?", señala.

Suspiros, uno de sus tres apodos, cuenta que a los 14 años se escapó de su casa y conoció a su esposo mientras ejercía el trabajo sexual. "Yo crecí con golpes, desprecio y rechazo. Crecí en un mundo brusco, despiadado e injusto", comenta.

Recuerda que fue engañada por un hombre que la enamoró. "Me puso a trabajar en una esquina, cuando me di cuenta yo estaba trabajando para él. Al principio lo hacía por amor, ya después fue por miedo porque ya no era que si yo quería, ya él me pegaba", recuerda.

La activista agrega que las trabajadoras sexuales han buscado otras opciones; han sido empleadas del hogar, costureras, obreras o empleadas de negocios donde el sueldo es mínimo "y las subcontratan, que es lo peor".

Judith trabajó en un restaurante coreano con un horario que terminaba de madrugada y le impedía ver a sus hijos. En tanto, Suspiros, cuando trabajaba en la limpieza de una terminal de autobuses, fue obligada a tener relaciones sexuales con uno de los supervisores.

En la Ciudad de México, las trabajadoras de La Merced, la zona más grande de Latinoamérica donde se ejerce el trabajo sexual -según Brigada Callejera-, cobran 250 pesos (13,4 dólares) a cada cliente, de los que 100 son para ellas y 150 para pagar el hotel.