"En Vietnam había por lo menos 500 elefantes salvajes en 1980 y ahora calculamos que quedan 80 divididos en unas siete manadas, además de otros 44 ejemplares domesticados que se usan sobre todo para el turismo", indica Thinh

Aunque en el pasado era habitual la caza furtiva, el endurecimiento de las leyes en los últimos 25 años ha reducido este problema. Sin embargo, muchos lugareños siguen colocando trampas, no porque codicien el marfil de los colmillos, sino para evitar que se acerquen a sus casas y destrocen sus cultivos.

Según estadísticas del Gobierno, entre 2009 y 2015 murieron 23 paquidermos a manos del hombre en todo el país. Thinh admite que existe un conflicto con el hombre, pero lo achaca a la falta de espacio vital de los animales, que corren más riesgos y se vuelven más agresivos en busca de comida. "Es un problema difícil de resolver", confiesa.

El centro de conservación de Dak Lak, es uno de los últimos intentos para tratar de salvar la especie. Cerrado al turismo, su objetivo es conservar los últimos elefantes de Vietnam y contribuir a terminar con su explotación.

En el futuro prevén incrementar la población en cautividad con un programa de apareamiento. La estrella del centro es Gold, un macho de poco más de un año que fue rescatado el pasado marzo tras quedar atrapado en un pozo natural de cinco metros de profundidad.

El bebé elefante de 220 kilos (pesaba 80 cuando fue rescatado), juega con los visitantes y corretea con energía en cuanto se abren las puertas de su cercado, pero no podrá volver a la vida salvaje, su madre lo rechazó cuando intentaron reintroducirlo, seguramente por su contacto con humanos.

Desde que llegó, hace compañía a Jun, otro joven macho de seis años al que rescataron tras caer en una trampa que le dañó una pata y la trompa. "Aunque les enseñamos a buscar su comida, Gold y Jun están demasiado acostumbrados a que les cuidemos y tendrán que quedarse con nosotros toda la vida", apunta Thinh. Gold.