Diego tenía 12 años cuando un pederasta con antecedentes que se había obsesionado con él le mató en Londres tras asestarle 30 puñaladas. Los amigos y la familia de Diego están recogiendo firmas para impedir que el asesino, que fue condenado a cadena perpetua en el año 2000, salga ahora de prisión.
Fue en 1999 cuando Diego conoció a su asesino en un parque cuando le defendió de unos niños que le tiraban piedras. Ahí empezó su perdición. El hombre, Eduard Crowly, un vagabundo con desequilibrio de la personalidad y que adoraba a Satán se obsesionó con él cuando tan solo tenía 12 años.
Le vigilaba, le dejaba mensajes en los bancos y le acosaba. Como recuerda William Reed, su compañero de colegio hace 24 años, "preguntaba constantemente por Diego".
La familia de Diego, coruñeses y afincados en Londres, al ver la situación, le denunciaron. Pero tras pasar tres meses en prisión, el acoso continuó.
Epifanio García, director del Instituto Vicente Cañada Blanch, cuenta que "nosotros lo que hacíamos era que al niño no le dejábamos salir del colegio hasta que un adulto venía a recogerlo". Anwar Alikhan, testigo del asesinato de Diego, relata que "cuando me metí en medio para que todo terminara el niño llevaba 15 o 20 puñaladas".
El pederasta fue condenado a cadena perpetua. Pero ahora, 24 años después, el pederasta, como adelantaban algunos medios británicos, podría salir en libertad condicional. Por eso William y más amigos de Diego del instituto español Vicente Cañada Blanch recogen firmas para pedir al parlamento británico que no salga en libertad asesinos como él.
"Le habían lavado el cerebro"
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