España sufre una quinta ola. Los datos no dan a entender otra cosa: la incidencia acumulada, según el último informe de Sanidad, ya ha escalado hasta los 677 casos, alcanzando cifras cercanas a las registradas durante la tercera ola de enero. Es decir, picos de contagio que ponen al conjunto del país en riesgo extremo.

Sin embargo, a pesar de la gravedad de estos datos, y con alguna que otra región absolutamente acuciada por la enfermedad —Cataluña supera los 1.000 casos de IA—, la realidad epidemiológica está siendo muy diferente a la de hace unos meses; gracias, casi exclusivamente, a un factor: el avance de la vacunación.

Así es cómo la inmunización ha doblegado a las muertes

La principal preocupación del aumento de los contagios, además del riesgo de desbordar la atención primaria, siempre han sido los fallecimientos. Fallecimientos que, no obstante, aunque siguen registrándose, implican una importante mejora con respecto a enero.

Para hacerse una idea, entre finales de enero y principios de febrero se reportaban más de 500 muertes diarias. En cambio, desde que España alcanzó los 5 millones de inmunizados con pauta completa, estas no han vuelto a pasar de los 70 decesos diarios, como se muestra en el siguiente gráfico.

La reducción de los fallecimientos está estrechamente ligada a la vacunación debido a la estrategia seguida por Sanidad. Según el último informe, del viernes pasado, el 100% de los mayores de 80 años ya habían recibido la pauta completa en nuestro país, mientras que, en el caso de los que tienen entre 70 y 79, la cifra es del 97,9%.

Es decir, sumado a que casi el 85% de la población mayor de 40 (en general) tiene las dos dosis, la población que sufría más riesgo de pasar la enfermedad con gravedad está extensamente protegida. Un hecho que se ha extrapolado también a otro de los datos epidemiológicos más importantes: el porcentaje de ocupación hospitalaria.

Crece la ocupación, pero todavía anda lejos de la tercera ola

El incesante aumento de la incidencia ha provocado que la atención primaria vuelva a estar en jaque. Sin embargo, en referencia al número de personas que acaban en la UCI, así como al número de hospitalizados totales, se retoman los signos de que esta ola no está siendo tan agresiva como algunas anteriores.

El 1 de febrero se alcanzó el pico de ocupación hospitalaria en 2021, con casi un 25% de las camas ocupadas por algún paciente COVID. El 19 de abril, en plena cuarta ola, el dato más preocupante fue de un 8,32%, mientras que ahora, con una incidencia que roza los 700 casos, dicho valor se sitúa en un 6,64%, que data del pasado viernes, 23 de julio.

La cuestión es que la ocupación actual, pese a que se ha triplicado en cuestión de días —teniendo en cuenta la cantidad de casos que hay—, deja entrever que la vacunación, una vez más, ha hecho su trabajo: el 19 de abril, en la tercera ola, la incidencia era de 230,54 casos por cada 100.000 habitantes. La ocupación estaba cerca del 8%.

Es decir, a día de hoy, con casi 700 casos de IA, hay menos ocupación hospitalaria (6,64%) que hace cuatro meses con más del doble de los casos. Nos contagiamos más que antes, pero el paso que deja la enfermedad consigo, y el número de personas que requiere de asistencia médica, se ha reducido visiblemente.

No obstante, estos datos no quitan que la evolución de los contagios, en gran parte aupados por la expansión de la variante delta, que ya es predominante en la mayor parte de Europa, no haya llevado a España a un nuevo escenario de prevención. Por ello, muchos gobierno autonómicos están dando marcha atrás en su desescalada y volviendo a medidas que no se veían desde el estado de alarma, como el toque de queda o el máximo de reuniones.

Ahora, la clave es alcanzar, una vez más, el pico de la curva. Todo ello mientras los gobiernos autonómicos mantienen sus esfuerzos en mantener al alza la vacunación y brindar protección a la ciudadanía más joven, que es la que más se está contagiando. Por ello, la mejora de las cifras se encomienda a la vacunación: los datos muestran que funciona pero, a su vez, sigue latente que no se debe bajar la guardia.